domingo, 2 de abril de 2006

Traduttore, traditore

En el primer aniversario de su muerte, los periódicos recuerdan a Juan Pablo II con la narración de sus últimos momentos según los cuenta uno de sus médicos. Parece que el Papa dijo "Déjenme ir"; y ahí entra en juego, me temo, el traductor. Lo mejor, como siempre, hubiese sido no traducirlo; dejarlo como fue, que así es la rosa. O como mal menor, ofrecer la versión bilingüe. Y es que la expresión española tiene, me parece, un regusto amargo. (Tal vez por eso la citan tanto.) Pero en verdad dijo: "Lasciatemi andare". La traducción, como salta al oído, no está atenta a las connotaciones de las palabras. "Ir" suena demasiado a eufemismo y/o a huida, y la jota de "déjenme" parece una queja. En italiano (en "nuestra lengua italiana", como Karol Wojtyla proclamó el día de su elección), "Lasciatemi" sabe "dolce", como un guiño. Pero se pierde, sobre todo, el "andare" que más que irse, implica dirigirse hacia algo sin prisa y sin pausa, casi como una peregrinación. "Andare" supone además --piensen que lo musita un hombre enfermo, postrado, que llevaba meses en una silla de ruedas-- erguirse.

Ciertamente, desde entonces, su figura no ha dejado de crecer.

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