miércoles, 3 de mayo de 2006

Nuevo ensayo dantesco (IV-a)

Cada vez que me asomo a ver el mapa de entradas a mi blogg me consuelo de los nacionalismos de España. Veo un O.V.N.I. (obsequioso visitante no identificado) en Barcelona, cuyo punto rojo se ha salido ya con mucho las fronteras de aquella diz que nación, va conociendo Francia, Valencia, Aragón y ha entrado en íntimo contacto con el punto rojo de Madrid. Le agradezco muchísimo las visitas y su amplitud de miras. Pero no es sólo eso: hay puntos rojos desperdigados por todo el planeta y en lugares algunos muy queridos, como Lisboa, Lima o Londres, por no hablar de Roma, Buenos Aires o Nueva York, capitales del mundo. Nada más que por el mapa (que hay más motivos) ya me habría compensado meterme en el lío de este diario en directo.

Y, sin embargo, como comprobarán leyendo el artículo reproducido abajo, el consuelo no impide que siga muy preocupado con estos nacionalistas de nuestros pecados, aun a riesgo de aburrir a los buenos amigos ultramarinos (y a algún otro de tierra adentro). Andaba dubitativo con el dilema de hablar o no hablar de política, cuando sentí que llamaban, muy suavemente, a la puerta. No podía ser mi mujer, que entra en tromba. Ni los perros, que arañan la puerta sin delicadeza alguna. Así que me levanté a abrir con gran curiosidad, y era de nuevo el Dante.
—Maestro, llevo unos días echándole de menos. Últimamente, no se había dignado usted a visitarme.
—Estaba molesto, Enrique, porque no me defendieras de aquello que dijo de mí Jesús Beades…
—Sí, lo recuerdo: “Dante, con sus míseras contiendas políticas en medio de la Comedia”. Pero es que la entrada era espléndida y no quería ser el Pepito Grillo de la bloggosfera…
—Cierto, la reflexión sobre la moral y el arte era muy buena: para rematarla sólo falta que tú traduzcas de una vez “Felix Culpa”, el poema de Auden, que, a propósito, está conmigo en el Paraíso y te manda recuerdos. Pero defendiéndome no hubieses reprochado nada a Beades, porque él seguía su argumento, y lo que hizo fue repetir de pasada un lugar común sobre mi obra, sin pararse a pensar… Que si él se para, otro gallo cantaría.
—Le veo muy preocupado por lo que se dice últimamente de usted--dije con ironía.
—No te creas, querido Enrique: si te invito a que me defiendas es porque así encontrarás la respuesta a esas dudas que te inquietan. —Y se fue. Y me dejó pensando…

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Dante me paree un pedante

E. G-Máiquez dijo...

Y tú me paree que no lo ha leío.

Jesús Beades dijo...

Lugar común sobre su obra que el erudito Tolkien compartía.

A mí me da igual con que Papa se llevara mal y si los gibelinos y los güelfos se pegaban leches o se cogían el culo (entre sí). Y además, eso de situar en el Infierno a enemigos suyos sólo se salva por situar también a su admirado maestro. Pero los pone en el infierno, el muy puñetero.

E. G-Máiquez dijo...

Irremediablemente, seguiremos hablando de Dante, seguiremos...