jueves, 30 de abril de 2009

Náufrago en Sanlúcar

Todo me sale mal últimamente —así que si tienen otras cosas que hacer, dejen de leer esta entrada: no se perderán nada extraordinario. Seguro que me sale, además, prolija.

Me sale mal lo pequeño y lo mediano, lo importante sigue bien, no preocuparos. El otro día, sin ir más lejos, Leonor se apuntó a una excursión al Coto de Doñana con mis compañeros de instituto, y eso está fenomenal. Como ella sale tarde de la bodega, se llevó un bocadillo para remediar el almuerzo. A mí, en cambio, uno de los compañeros había tenido el alucinante detalle de invitarme a comer en el que considera el mejor restaurante de Sanlúcar de Barrameda, el Loli. No se lo iba a discutir, primero, porque he trabajado poco el famoso sector de la restauración sanluqueño; y segundo, porque a caballo regalado no le mires el diente, y a langostino, menos.

Pero, como digo, todo me sale mal. Después de repetidas revueltas por retorcidas callejuelas, di (tarde) con el restaurante Loli, que estaba cerrado a cal y canto por descanso semanal. Echo mano del móvil, llamo a mi compañero y mecenas y, vaya, sale una chica muy amable, con acento catalán. Vuelvo a intentarlo, y vuelve a salir la chica que me asegura que no conoce de nada a Pepe Sánchez Rivera. O sea --llegamos a la conclusión juntos, entre ella y yo-- que he apuntado mal el teléfono.

Me encontraba solo en Sanlúcar, mal aparcado, hambriento, a una hora y media de que llegase Leonor y de que saliese el vapor que nos llevaría al Coto. Ponerse a buscar colegas por el laberinto de los restaurantes sanluqueños era pensar lo excusado: imposible y un punto patético. Acabé en un McDonal’s.

Como entenderéis fácilmente, me sentía de pena. Para colmo, pensando en la alegre camaradería alrededor de los langostinos, no me había llevado el libro que paseo ahora (Will this do? de Auberon Waugh). Por suerte, en la cola del McDonal's, recordé que había recibido un libro esa mañana, y que lo tenía en el coche. Volví a por él y rasgué el sobre con ansiedad. Se titulaba, muy apropiadamente, Las cuartillas de un náufrago. Me inundó un agridulce sentimiento de empatía.

Nada más hojearlo, di de bruces con una cita de Claudio Rodríguez que ya conocía y que a él lo explica muy bien, pero que en mis circunstancias me pareció tremenda: “Miserable el momento si no es canto”. Todo apuntaba a un hundimiento emocional. Sin embargo, tuve un satori en la hamburguesería: "Mejor", me dije, "miserable el momento si no es santo", más en Bloy (“Sólo existe un dolor y es no ser santo”) que en El don de la ebriedad, es cierto, pero más en mi mano también. Bendije la mesa. El libro, de Jesús Aparicio, por otra parte, me gustaba, oye, y el Mc Royal (snob que es uno) se dejaba comer. Como estaba pegado al ventanal y hacía calorcito, leí con emoción este final de poema:
Aquí y ahora
te invita a su mesa
un sol descalzo.
Y ya puestos, cómo no sentirse interpelado, entre tantos fritos, ante el saludable “Un círculo de fruta”:
[…]
La fresa en primavera.
[…]
El melón en verano.
[…]
Las uvas en otoño.
[…]
La naranja en invierno.

Cada fruta a su tiempo.
Cuando me di cuenta, se me había acabado el tiempo y tenía que correr hacia Bajo de Guía para no perder el vapor. Allí estaban todos, también mi frustrado anfitrión. Saludos y disculpas. Con el tiempo justo, apareció Leonor, y embarcamos rumbo a Doñana. Yo había toreado esas dos horas astifinas y, a partir de entonces, me apliqué la frase de Thoreau: "No es fácil escribir en un diario lo que nos interesa a cada momento, pues escribirlo no es lo que nos interesa", y cerré el block de notas hasta peor ocasión.

9 comentarios:

Jesús dijo...

En la entrada no has naufragado, amigo Enrique. Muy a flote, como siempre.

Jesús Aparicio González dijo...

¡Hombre, pues no todo te salió mal!.
Me alegra haber compartido en espíritu la mesa contigo.
Fue buen momento para que la poesía (esos humildes versos que leiste) llegarán a poner cierta paz a tu desorientado espíritu.
Y ahora me alegra comprobar que estuve donde no sabía haber estado.
Mi agradecimiento también por esta entrado.
Un fuerte abrazo
Jesús

Ángel Ruiz dijo...

Muy buena entrada, pero buena, buena.

Corina Dávalos dijo...

Oye, pues a mí si por cada cosa que me sale mal me saliera una entrada tan redonda podría afirmar que además de lo fundamental, lo importante me va bien. ¡Enhorabuena!

ACdR dijo...

Eso sí que es sacar bien del mal, como decías ayer, y hasta hacer canción de un día tan co...mplicado. También me ha gustado el final de poema ("Aquí y ahora..."), al que sólo le falta una sílaba para ser un haiku perfecto.

Y gracias por darme a conocer la poesía de Pedro Sevilla. De vuelta de Murcia, acabo de dar con la antología y estoy encantado con ella. Enhorabuena por la parte que te toca.

carmen dijo...

No puedo dejar de preguntarme... y tu amigo, el que te invitó, ¿también equivocó tu número de teléfono y por eso no te llamó?

Manupé dijo...

Hoy te he visto fino, fino. Hay días que no queda más que darte nivea y volver a decirte lo bueno que eres.
Y eso que no entiendo como tu amigo el paganini te dejó tirado cual colilla y ni te llamó, ni te esperó en la puerta del sitio para llevarte por ejemplo a Casa Bigote en sustitución del cerrado por descanso.
En cuanto a lo del burriquín o el malcoma, no tienes perdón.

E. G-Máiquez dijo...

Muchísimas gracias a todos por los ánimos, de verdad.

Pero muy especiales a Aparicio Glez., que me hizo compañía de la buena en los peores momentos, y eso no se olvida.

Carmen, como es abogada, pone el dedito en la llaga. Y Manupé, como es marino de guerra, echa la sal. A ver; el anfitrión no era mi íntimo, sino un compañero de ies, y por eso, su invitación fue inesperada y alucinante, y por eso no teníamos los móviles respectivos. Yo le avisé de mi facilidad para perderme y entonces, esa mañana, me dio el suyo (que anoté mal). El mío no se lo di. Pudo esperarme en la puerta del dichoso Loli (y, umm, llevarme al Bigotes) pero, teniendo en cuenta mi susodicha facilidad para perderme, aquello hubiese sido heroico, y lo imposible no se puede pedir. Además, sirvió para aumentar un poco mi melancolía, que no todo lo iba a poner el McDonal's, ¿no?

Miguel Ángel Borrego Soto dijo...

Muy buen final. Me ha encantado eso de las horas "astifinas", sublime. Y si el otro día finalizabas sin querer con un endecasílabo, hoy lo haces con un alejandrino, si el "peor" te permite la licencia poética. Feliz día del trabajo... sin trabajo... si no, no sería tan feliz.