martes, 11 de junio de 2013

Vida, vida


Voy a recoger todas las tardes a Enrique al autobús. Siempre quiere que le baje su madre y yo pensaba: "¿Para qué vengo?". Pero no fui un día hace poco y, ya desde el autobús, mirando por la ventana, preguntaba: "¿Y papá?". Cuando Leonor le dijo que no había podido ir, se pasó el camino a casa preguntando: "¿Por qué, por qué?". Leonor —tan acelerados vamos— no me lo había contado, pero me encontré a la profesora del autobús —ventajas de vivir en un pueblo— y me puso el corazón en un puño al contarme la escena de E. pegado a la ventana, gritando: "¡¿Y papá?!", sin salir él de su asombro, entrando en su decepción. Luego, Leonor me confirmó la historia, y añadió el paseo de vuelta preguntando. 

La cosa tiene mucha enjundia porque él dedica el camino hasta casa (como quince minutos de reloj), a pararse ante cada puerta, ¡cada una!, y, dándole una palmada, gritar: "¡Puerta!", diciendo su color (verde, roja, blanca, verde, etc.) y señalando la cerradura y suspirando: "Llave". Sólo cuando llega a la nuestra por fin cambia el discurso: "¡Casa!" Qué tontería (en la que habré caído yo, naturalmente) ésa de enfrentar la literatura y la vida. Se potencian mutuamente. Gracias a un poema de Chesterton, jamás protestaré yo de ese paso como de cerrajero meticuloso que nos hace llevar E. Todo lo contrario: me emociona profundamente. Siente él la mágica y misteriosa palpitación de los distintos hogares con sus familias por dentro. Es pura lírica. Véanlo en GKC. 


ANTES DE NACER 

Si hubiese árboles altos y hierba corta 
como en un increíble cuento, 
si hubiese un mar azul, azul marino, 
y azul celeste hubiese un viento, 

si colgase del aire un fuego afable 
que calentase todo el día, 
si le creciese barba verde al prado..., 
¡oh, qué bien sé lo que yo haría! 

Duermo en la oscuridad, soñando que 
hay ojos grandes y además 
sombrías calles y calladas puertas 
con gente viva por detrás. 

Que venga una tormenta y me despierte, 
y lloraré todo el derroche 
de los sueños de vida que he soñado 
en los imperios de mi noche... 

Y si una vez pudiese caminar 
por esos sueños unas millas, 
sería el más alegre peregrino 
del País de las Maravillas. 

No me oirías palabras de desdén 
ni una palabra lastimera, 
si encontrara la puerta de ese mundo 
alucinante, si naciera.

Me lo merezco (en el sentido más meritorio de la palabra, menos irónico) por haberle puesto al niño  de segundo nombre Gilberto, que el bautismo deja una huella imborrable y, además, nomen omen.  Hoy es su cumpleaños, 2, y da gusto ver tanto gusto y risa por vivir. 

6 comentarios:

L.N.J. dijo...

Preciosa y entrañable experiencia y que hermosura escribiéndola.

Saludos

Dolores dijo...

Muchas felicidades a E., y a sus padres :)

Cristina Brackelmanns dijo...

Qué maravilla. Cada flor y cada puerta y cada detrás de la puerta. Es como volver a descubrir el mundo.
Muchas gracias y felicidades para todos.

torquiles dijo...

Seguramente esto es lo que quería decir Jesucristo al decir que tenemos que hacernos como niños. Como dice CB: volver a descubrir el mundo. Pero el de verdad, el que vale la pena.
Muchas gracias por compartir algo tan tierno.

María dijo...

¡¡Muchísimas felicidades!!

Ignacio Trujillo dijo...

¡Felicidades al aporreador de puertas de colores!