sábado, 25 de enero de 2014

La falda y la salamanquesa



Me encuentro en Cien poemas japoneses con éste, que, cómo no, me gusta mucho:

Ojalá pudiera estar tan cerca 
de ti como de su cuerpo la 
empapada falda de una recogedora 
de sal. No ceso de pensar en ti. 
                                         Akahito
El poema trae a mi recuerdo, cómo no, la soleá de Tejada: 

Arrímate a mi queré 
como las salamanquesas 
se arriman a la paré. 
La diferencia (dejando aparte la gracia formal, que creo que la traducción de Kenneth Rexroth o la Rexroth al español destroza, porque lo de Akahito era un tanka, y fijénse en lo que ha quedado, con esos encabalgamientos brutales) me hace mucha gracia. El español tiene un deseo más vivo (comparen el imperativo con el ojalá), pero para compensar se permite un chiste y para contrastar pone a un bicho de sangre fría, je. La imagen de la falda, en cambio, es preciosa y explícita y pone la sal que le falta. Dos maneras muy distintas de decir exactamente lo mismo. 

¿A Leonor cuál le gustaría más?


3 comentarios:

Aitor Suárez dijo...

No irá usted a compararme la sal, la chispa y la gracia de una copla andaluza con una composición japonesa, que podrá tener (no lo niego) sensibilidad y hondura, pero nunca la gracia de un cante andaluz.

En el principio eran dulces
las agüitas de la mar.
Hizo Dios Andalucía
y se volvieron salás.

Anónimo dijo...

De tema parecido al poema japonés, éste de Jane Kenyon, que encuentro realmente espléndido:

La camisa roza su cuello
y se alisa sobre su espalda,
se desliza por sus costados,
e incluso baja más allá de su cinturón,
dentro de sus pantalones.
Afortunada camisa.

(The shirt touches his neck / and smooths over his back. / It slides down his sides. / It even goes down below his belt- / down into his pants. / Lucky shirt.)

La traducción es de Hilario Barrero, y se incluye en una antología de la poeta publicada en Pre-Textos hace unos años.

María dijo...

Intenta una traducción mejor de la japonesa y las echamos a pelear

De la otra yo concocía esta versión

Antiguamente eran dulces
Todas las aguas del mar
Se bañó mi niña en ellas
Y se volvieron salás