viernes, 31 de octubre de 2014

¡Dios mío, qué solos estamos los güelfos!



Ayer di mi primera clase de nuestra segunda edición. Tocó El viajero bajo la luz de la luna, de Antal Szerb. Mis alumnos son brillantes (por ejemplo, ¿qué me dicen de comparar el fatalismo vital y el abandono y el encanto del protagonista con el toreo de José Tomás?), pero en general tenían grandes reparos a considerar que la novela acaba bien, que es salvífica. 

Erzsy vuelve con su marido después de haber comprobado que la liberación y la aventura la convertían en un objeto de compraventa y Mihály, por su parte, se sacude las obsesiones con Eros y Thánatos, digo con Eva y Tamás, gracias a un bautizo y a una fiesta. Si ambos vuelven a Budapest no es porque acepten un triste convencionalismo, sino porque la vida, según Szerb, sólo florece en las raíces. Recuérdese su resistencia a abandonar su ciudad incluso frente al  peligro mortal de los nazis. A la propuesta de ir a enseñar literatura a una prestigiosa universidad de Estados Unidos replicó: “¿Y qué les voy a enseñar yo a unos que no han leído a Vörösmarty?”. 


Casi todos mis lectores echaban de menos un final más romántico, siendo el romanticismo, en última instancia, lo que tanto Erzsy como Mihály se sacuden felizmente de encima. 

jueves, 30 de octubre de 2014

Termómetro


Pongo la mano en el teclado del ordenador para escribir aquí y es como si me la pusiese en la frente para tomarme la temperatura. 

Salen últimamente unas décimas de fiebre: estas ganas de quejarme, que no me noto luego en el discurrir del día. Por supuesto, no os voy a dar la lata, encima que venís a visitarme, sólo faltaba. 


martes, 28 de octubre de 2014

Elogio de las mosas





Con el buen tiempo numantino, ni se va el verano ni se van, tampoco, mosquitos ni moscas. Nos cogen (calores, mosquitos y moscas) ya cansados, sin la ilusión primaveral de antes. Pero no dejaremos, por eso, de estar agradecidos. Como una mosca lleva a la otra, les puse a mis hijos la canción de Serrat del poema de Machado. Y están enganchadísimos, en buena medida gracias a las moscas del pipí, como era de esperar. Pero a mí me emociona ver cómo se aprenden las rimas consonantes, y preguntan por "los párpados yertos / de los muertos" y qué significa "el hastío". Mientras respondo, voy recuperando retazos de mi adolescencia y agradeciendo esta tercera inocencia que da el sí creer en todo, en todo. 




lunes, 27 de octubre de 2014

Patriotismo


Vienen las imágenes en mi ayuda. Cada vez más. La de un padre y un hijo disertando desde la misma tribuna de la misma Aula Magna de la misma Universidad con una diferencia de casi veinte años es una imagen (dos) poderosa de lo que es la Tradición. 

Y otra, con banda sonora. Asisto a un almuerzo en Jerez, de amigos, que tiene como eje un homenaje a Francia, para celebrar la vuelta de la anfitriona de un viaje vinícola por aquellas feraces tierras. A los postres, Aquilino Duque, cuyo ardor hispánico está fuera de dudas y es público y notorio, se arranca a cantar la Marsellesa con un entusiasmo auténtico, a pleno pulmón. 

Enseguida le secundan otros comensales con buen oído y buen francés. Si yo callaba, era simplemente por no bajar el nivel musical, que estaba bastante bien. El salón de la casa tremolaba como una bandera y alguien sacó de no sé dónde una bandera de Francia y la ondeó un poco. 

¿Cuántas veces habré dicho (mil palabras) que el patriotismo te permite amar a los otros países apenas un poquito menos que al propio, mientras que el nacionalismo, justo lo contrario; y he citado a Millôr Fernandes: "Patriotismo es cuando usted ama a su país más que a ningún otro. Nacionalismo es cuando usted odia a todos los países, sobre todo al suyo"? Pues nunca lo vi —lo oí— tan claro como en el almuerzo jerezano del sábado. 

sábado, 25 de octubre de 2014

Marta y María


Tengo la seguridad de que el diario de María sería mucho más interesante que el de Marta, encima. 


viernes, 24 de octubre de 2014

Amistad & Chesterton


Mi amigo Nacho Jáuregui me advierte con periodicidad del poder encantatorio de la prosa de Chesterton, capaz de seducirte con cualquier idea, pero que a veces no supera un frío análisis al modo Arcadi España. Lo he recordado al leer la chestertoniana definición de amistad, precisamente: 
Un acuerdo bajo todos las discusiones; una relación que es tan espléndida como el amor, y que, a diferencia del amor, es libre, aunque la recorre una extraña tristeza, porque, a diferencia del amor, no tiene fruto. 
Es hermosa, en gran medida por esa pasión  adolescente que mantuvo siempre Chesterton por la amistad y que aquí trasluce. "Fuerte como el amor es la amistad" podría haber dicho. No termino  de estar de acuerdo del todo, sin embargo, con eso de la libertad de la amistad, sujeta a unas leyes inexorables también. Y no veo la extraña tristeza ni su falta de frutos. Esto lo escribió Gilbert en 1906, cuando todavía esperaba tener hijos con Frances, pues llevaban cinco años casados. Hay que ponerse en situación. Por eso, no vio que la amistad produce grandes frutos también: proyectos en común, planes, ayuda mutua, horas de una rara intensidad que trasciende el tiempo... Con todo, bajo todas estas puntillosas puntualizaciones late, por supuesto, un acuerdo: el acuerdo cósmico y sentimental e inexorable con el maestro, siempre fructífero. 

miércoles, 22 de octubre de 2014

Ruinas

Esta tarde hemos tenido que consolar un poco a Quique. Su castillo ha recibido el asalto de los otros niños y ha perdido la bandera y el puente levadizo, además de algunas arrugas en las figuras. Es la fuerza del sino, le he explicado, el precio de la fidelidad. Los castillos están para resistir los ataques de las hordas. Las ruinas son un timbre de gloria. Lo más propio de un castillo. 




Nuestra casa es un castillo


En la clase de Quique están dando las distintas viviendas del hombre. Había que hacer un trabajo sobre cualquier tipo de casa. Nosotros elegimos un castillo, naturalmente. Y, tal y como están los tiempos, bien fortificado. 

1- Fachada norte. Puerta de los Blázquez. 



2- Fachada este. Plaza de Oriente.



3- Fachada sur. Caballerizas. Puerta (y puente levadizo) de los Máiquez.



4- Fachada oeste. Puesta de sol. Escena lírica. 


Ni qué decir tiene que disfrutamos como niños con el trabajo. 

Y, sin embargo, me perdí lo mejor. Acostándolos, Leonor oyó lo siguiente. Carmen no para de hablar y anoche preguntaba: 

—Mamá, ¿las niñas por qué son más dulces que los niños?, ¿por qué son más listas (sic)?, ¿por qué tienen el pelo largo?...

Quique, en voz baja y con pocas palabras, como suele, preguntó, yendo al quid:
—¿Por qué los niños tienen cola?

Pero su hermana mayor le corrigió rápidamente:
—Cola no, el pelo corto, son las niñas las que tienen melenita o cola o trenzas, ¿por qué?, ¿por qué?...

Quique a eso no respondió ni se explicó más, ¿para qué?




martes, 21 de octubre de 2014

La humildad en cuarto creciente


Me siento más retratado últimamente en la luna nueva que en la luna llena, pensé anoche, cuando la vi —tan fina— en lo alto. Deduje que era que estaba ganando algo en humildad. Y luego me reí de mí mismo. Dios mío, qué iluso hablar de humildad mientras voy por la vida viéndome reflejado en los astros celestes. 

lunes, 20 de octubre de 2014

Más cantigas y más





El contraste entre el afinamiento y la música afinada resulta mucho más extremo que entre el silencio y la armonía, tan acompasados. Por eso, agradecíamos mucho que los maestros de Urueña, antes de cada cantiga, afinasen tanto sus instrumentos medievales. Sazonaban el tiempo de espera con algunas anécdotas. Por ejemplo, una señora les dijo al final de un concierto: "Muchos instrumentos medievales, pero he observado que gastan ustedes un afinador electrónico". "Y lo que es peor, señora, hemos venido en coche, no en caballo". Está claro, pensé yo, que hay instrumentos antiguos indispensables y otros innecesarios. La sabiduría está en distinguirlos. También notaron la humedad brutal en Jerez de la Frontera, comparada con la del páramo castellano. Y eso que no estábamos en el Puerto...

La primera cantiga era sobre un milagro de la Virgen de mi húmedo pueblo, precisamente, aunque a favor de una chica de Jerez, que la Señora no cae en tontas rivalidades localistas. Tenía la muchacha los pies al revés y el padre había rezado sin desfallecer años y años. Tuvo, al fin, el buen tino de rezar a Santa María del Puerto. Una noche la niña se pone a dar terribles alaridos. Ha soñado que una señora le retorcía los pies y sentía terribles dolores. Al levantar las sábanas, se encontraron con que los pies estaban estupendos, "que no los podía tener mejor". Yo para mí me anoté que Santa María no usaba anestesia, pero me sentó fatal que los músicos de Urueña gastasen la bromita de la ortopedia. ¿Doble vara de medir, la de mi humor, o qué?

Luego cantaron un romance de cárcel medieval que han conservado los sefardíes, benditos sean. Un conde condenado se pregunta: "¿Qué dirán mis fillos / al verme en prisiones?" Yo empatizaba con el conde una barbaridad. 

Luego, tocó el turno de la música musulmana. Y una pandilla de al lado mía lo celebró como una gracia; como si ahora les tocase el turno a los suyos, y se pusieron a hacer la danza del vientre con el cuello. 

Gracias a las tres culturas, volvimos enseguida, por riguroso turno, a las Cantigas de Santa María. Esta vez el milagro consistía (consistió) en traer la lluvia, y torrencial, a los campos resecos de Jerez, tras que un monje mejor les suplicase a los lugareños que suplicasen y llorasen por sus pecados. Se puso a llover a mares. Los maestros de Urueña dijeron que eso hoy se llamaría "ciclogénesis explosiva" y la gente explotó en una carcajada. Era llegar a las Cantigas y no podían resistirse a las bromitas, que no gastaban con los mudéjares. (A propósito, uno de los muchos méritos de la conferencia del día siguiente de la profesora Elvira Fidalgo sobre las Cantigas es que no sucumbió a las tentaciones de la chufleta). Yo, sin embargo, me quedé con otra cosa. Decía el texto que viendo cómo llovía, "los que estaban llorando, se echaron a reír". Y ésa era una risa extraordinaria. 

Cantaron, para terminar, unas canciones de bodas sefardíes y los vecinos pro-musalmanes empezaron a bailar sin prejuicios ideológicos y fue estupendo.

viernes, 17 de octubre de 2014

Cantigas

Por razones obvias de extrema actualidad, me he puesto de nuevo a leer la Divina Comedia . En la confesión,  sin embargo,  me han recomendado que mejor rece el rosario. Anoche fui, dentro de los actos del Congreso Caballero Bonald, a un concierto de Los maestros de Ureña sobre las  Cantigas a Santa María.  Resultó un equilibrio perfecto, un justo medio, una medicina del alma.

Mañana,  D. m., crónica.

jueves, 16 de octubre de 2014

Teresas


Ayer felicité a varias Teresas, tan contento de celebrar también así a la santa. Me acordé entonces que en la última adolescencia tuvimos unas buenas amigas que se llamaban casi todas Teresa. Y que con ninguna de ellas mantengo ni el contacto suficiente para felicitarlas por correo electrónico ni por whatsupp siquiera en un día grande como el de ayer. Eran Teresa Chávarri, Teresa Alfaro, Teresa Torres-Cabrera. Quizá se busquen algún día en Google y se encuentren aquí (¡hola, muchas felicidades!). Con una me cruzo apresuradamente en verano, de otra veo a su hermano a menudo y de la otra saludo a sus padres, que están muy bien, de higos a brevas. Qué cosas. La melancolía del paso devastador del tiempo y la alegría de que nada puede contra el cariño, nada.


martes, 14 de octubre de 2014

Lástima


Qué lástima descreer del psicoanálisis ni tener tiempo, porque rastrear los motivos de la obsesión de Martín López-Vega con Miguel d'Ors tendría su curiosidad. Los de su obsesión con el peinado, en cambio, no hay que investigarlos.


lunes, 13 de octubre de 2014

¿Mío, tuyo, nuestro?


En Twitter Francisco Aranguren fotografió una página de Lo que ha llovido y a mí me encantó verme allí. Luego fotografió otra con un poema mío, que le gustaba mucho. Empecé a leerme, y me entró el vértigo de no recordarme ese poema, que también me iba gustando lo mío. Qué sensación más curiosa. 


Pero, ay de mí, para una vez que tengo buena memoria es mala. Recordé enseguida que era un poema de José Luis Tejada. La confusión de Aranguren se comprende, al ir entero, en un libro mío y en página exenta; y sobre todo se agradece, como un honor que me hace. Me habría gustado, sin embargo, llegar al final y ver cuánto tardaba, sin ayuda de la memoria, en detectar que el poema no era mío, ojalá, y por qué no. Pena de experimento, aunque la conclusión ya la tenemos: los poemas, todos si buenos, son nuestros. Y, además, la sensación, por corta que fuera, resultó estupenda. 


domingo, 12 de octubre de 2014

Leer con tijeras


Tiene Jesús Cotta la bonita costumbre de mandarnos por correo electrónico un poema a la semana con un breve comentario suyo. El de ayer era de Antonio Hernández. 

La paradoja    
        
Me pegó mi padre, poco, pero un día. 
         Mi hermano mayor, otro día, fuerte. 
         Me pego mi madre sin usar las manos. 
         Me pegó el maestro con pena y con rabia. 
         Mas ninguno de ellos llegó a lastimarme 
         como luego la vida, cuando me quitó 
         a mi hermano, a mis padres y al maestro. 
         La paradoja, Dios, la paradoja.  
          Ahora, por fin, ya podrán perdonarme.

Es, a mi entender, un poema precioso, incluso con su "mas" y todo; pero el verso final resulta contraproducente. Y ya puestos, también el penúltimo. Sospecho que la idea del poema le resultó al subconsciente de Hernández tan políticamente incorrecta, que la emborronó —acto reflejo— un tanto. O quizá es que, desde que escribo, como recomendaba Luis Felipe Vivanco, con tijeras, leo también con tijeras. Si estoy equivocado, no dudad en avisarme, por favor. 


sábado, 11 de octubre de 2014

Sueño


El sueño, por lo que puedo recordar, no ha sido nada del otro mundo, pero me he levantado con una sensación de plenitud estética. He sospechado, por supuesto, que eso puede deberse al abajamiento de mis auto exigencias literarias y a lo poco que escribo. Porque he sostenido siempre que el subconsciente está supravalorado. Sin embargo, la satisfacción era tanta, que me he dejado llevar, tan contento. Luego he salido a por el pan y una luna de ensueño me ha devuelto a la realidad.

Es una luna llena que va de vuelta, de un blanco fluorescente. Tan blanca que redime al cielo blanquecino de la mañana, y señala su incipiente azul celeste. Por compensar, un mirlo negrísimo, en vuelo rasante, ha puesto un trazo de oscuridad, como un retazo de noche que quedaba.

Ha sido todo algo onírico, aunque mejor que un sueño. Y pensado entonces con piedad en Dios. Él, que tantos motivos tiene para estar enfadado con el mundo y los hombres, ve, a la vez y como nadie, toda la belleza del mundo y la bondad de los hombres también. Qué duro esa visión suya esteroscópica y extremada. Podría escribirse un poema con eso, una enumeración caótica llena de contrastes y, en medio de ella, Dios, viéndolo todo, sufriendo y gozando. Quizá este poema se quede en otro sueño.


jueves, 9 de octubre de 2014

Lorenzo Cano


Qué vuelco el corazón cuando recibí una solicitud de amistad en Facebook.

Era de Lorenzo Cano Fernández, que fue profesor mío en el colegio. Nadie me influyó más ni a mejor ni con más gusto. Ahora caigo en la cuenta de que me llevó a la vez a la literatura y al interés por lo político y social. A veces algún amigo me afea que me reparta tanto entre la actualidad y la lírica. Quizá tenga que remitir esas quejas a don Lorenzo. Es verdad (en su disculpa) que me enseñó eso porque yo andaba predispuesto, porque él también hablaba mucho de cine, de fotografía, de música pop, de coches... Creo que lo que más le debo es una mezcla muy suya de pasión y distancia, de amor e ironía, de esperanza y estoicismo, una mezcla que entonces no podíamos identificar bien, pero que nos parecía muy atractiva, porque lo era. También la hubo en mi reacción a su solicitud de amistad: por un lado, la emoción, y por otra el humor: "¿Y usted me solicita la amistad, que ya la tiene y de sobra?


miércoles, 8 de octubre de 2014

No me resigno


Romeo y Julieta es, desde luego, una protesta contra el amor romántico. Pero, vuelto a pensar, si la muerte disuelve el matrimonio, ay, ¿no estamos todos abocados a un amor fugaz, casi frívolo, qué más dan 3 días que 30 años? Puede leerse la tragedia shakesperiana como un anhelo de un matrimonio sin fin, como un anhelo imposible. Yo no me resigno, y clamo por un matrimonio de verdad indisoluble. 


martes, 7 de octubre de 2014

El sol es luz


"Me alegro mucho de que me hagas esa pregunta?", le dije a Carmen, como un político en un plató de televisión. La cuestión en cuestión era por qué la luna sale a veces de día, asunto esencial que ha inspirado un soneto estupendo a Mario Quintana. Le conté que tiene un reloj que a veces atrasa y que a veces adelanta y también que está enamorada del sol y sale a pelar la pava un rato y también que las chicas son deliciosamente desordenadas... El sol, sin embargo, nunca sale de noche, ¿por qué será? ¿Es más serio, tiene un reloj de sol, no está tan loco por la luna?…

Quique, que parecía absorto, zanjó la cuestión: "El sol es luz". 


lunes, 6 de octubre de 2014

Viaje de trabajo


Cuando tú no estás 
descanso en el hueco 
del lado tuyo de la cama nuestra 
porque no me encuentro. 


viernes, 3 de octubre de 2014

Frases en negritas


Como no leo y apenas escribo lo indispensable, estoy hiperestésico. Me arañan la sensibilidad cuestiones lingüísticas que me resbalaban ayer no más. ¿Ejemplos? Van. 

Borro de la pizarra el lema: "No hay enfermedad, sino enfermos". Lo borro con saña. Disfrutando el borrado. No me había dado cuenta de lo que me revienta esta frase. Para cuando esté malo, quiero que haya enfermedad, ahí dentro, qué remedio, pero extraña; y yo quiero seguir siendo yo, no un enfermo, y menos aún un enfermo especializado o único, pasto de tópicos y psicólogos, valga la redundancia. Que haya enfermedad y que, de pronto, voilà, no la haya. 

"Eso está muy interesante", dice alguien. Mi instinto se me desboca: si solamente lo está, no me interesa. Yo busco la esencia, la ontología: o es interesante o me importa un bledo como esté. 

Noto cierta vacilación en el género de la ETCP. Es el equipo técnico de coordinación pedagógica. Los que preferimos (como yo) el femenino será que estamos pensando en la (reunión del) ETCP. Es lo que pasa con el fanta. O sea el (refresco) Fanta. Yo también prefiero la fanta. Será que no me refresca nada y que, más que en el equipo y en la coordinación y en la pedagogía y en la técnica, valoro la reunión en sí, que es lo que cumplimos sin género de dudas. 

Ya, uf, por la tarde. Mi padre parte piñones con mis niños, mientras yo tomo aire. Escucho que les dice: "Ése no, que está feo", y me parece precioso. No, no porque sea mi padre. Podía decir, más exactamente, que está malo, pero eso tiene una resonancia moral de la que es inocente el pobre piñón. "Feo" es más simpático. 

Y el día acaba en apoteosis. Carmen no tiene pesadillas. Me cuenta que a veces "tiene pesaditas"


jueves, 2 de octubre de 2014

Chestertonina


Me he levantado tan cansado como me había acostado. Podría haberme ahorrado la noche, con la falta que me hacen esas siete horas. Para seguir, entre otras cosas, rechazando, seleccionando y corrigiendo las entradas de mi próximo diario. Hoy he llegado a este auto-aviso contra el peligro de usar a Chesterton como fermosa cobertura. Aunque ha sido mucho más eficaz el propio Chesterton, cuando he pasado a mi siguiente tarea, que es ir seleccionando aforismos del maestro. Éste, como un clarín que me ha despertado mucho más que mi afónico reloj, toda una llamada a la acción:

Una cadena es tan fuerte como su eslabón más débil; un frente de batalla es tan fuerte como su hombre más débil; un movimiento envolvente es tan fuerte como su punto más débil, ese punto en que el círculo se puede romper aún. Así, para empezar, si alguien me pregunta: "¿Qué puedo hacer yo?", le contesto: "Algo, aunque sea pequeño, que impida la consumación del complot capitalista. Cualquier cosa que lo retrase. Salva una tienda de barrio entre cien. Salva un huerto entre cien. Mantén una puerta abierta entre cien, porque mientras una puerta esté abierta, no estamos en prisión. Pon una barricada en su camino, y veremos pronto si era el camino del mundo. Pon un palito en la rueda, y veeremos pronto si era la rueda del destino.
Ahora sí puedo salir con otro ánimo. 

miércoles, 1 de octubre de 2014

Lo que pesan las buenas intenciones


Lo cuenta Paul Auster y a mí Javier Aranguren para empezar su libro Lo que pesa el humo: 
Él [Sir Walter Raleigh] apostó con ella [Isabel I de Inglaterra] una vez a que podía medir el peso del humo. Eso no se puede hacer — dice otro personaje — es como pesar el aire. Reconozco que es extraño —dice Paul —. Casi como pesar el alma de una persona. Pero Sir Walter era un tipo listo. Primero cogió un cigarro nuevo, lo puso en una balanza y lo pesó. Luego lo encendió y se lo fumó, echando cuidadosamente la ceniza en el platillo de la balanza. Cuando lo terminó, puso la colilla en el platillo junto con la ceniza y pesó todo eso. Luego restó esa cifra del peso original de un cigarro entero. La diferencia era el peso del humo.
Estaría muy bien pesar cada mañana todos nuestros propósitos y justo antes de acostarnos nuestras realizaciones. Luego hacer la resta. El resultado sería lo que pesan nuestras buenas intenciones. Como el humo. Claro que a veces pesan tanto que no me extraña que el refranero piense incluso empedrar con ellas no sé qué.