miércoles, 31 de diciembre de 2014

Ché bel fin fa chi ben amando more


No es este verso de Moenia Amoris II que da título a la entrada la única maravilla que trae el poemario Obligación, de Francisco José Martínez Morán (Madrid, 1981). Me ha alegrado la mañana de San Silvestre: "Hay vigas que parecen de papel / y, sin embargo, siguen sosteniendo / la torpe inclinación de nuestras piernas". Hay muchos ecos, desde luego, y muchos vienen del amado Este (Cirlot, por lo cerca; Herbert, por lo lejos), pero la voz del poeta trae sobre todo a la memoria al primer Julio Martínez Mesanza. A la memoria... y al corazón, que es donde importa. Si, entre todos, he memorizado el poema "Justicia", no ha sido sólo porque sea de un verso, ni mucho menos:

JUSTICIA 

Cuánto me inquieta el verbo merecer.

lunes, 29 de diciembre de 2014

Mar y campo


Están causando bastante consternación las respuestas de mis hijos cuando le preguntan qué es lo que más les ha gustado del Madrid.

--¡El tiburón! --dice Quique, abriendo mucho los brazos. 

--¡Las cabritas! --dice Carmen, cerrando las manitas en una caricia. 

Y yo me callo lo de la visita al zoo, disfrutando del desconcierto de los interlocutores de pueblo. Muy urbanitas parece que no son. 


domingo, 28 de diciembre de 2014

sábado, 27 de diciembre de 2014

El tiburón


Me preocupa mucho que el blogg sufra las consecuencias de mi artículo diario en el Diario. ¡Os debo tanto a  los lectores de Rayos y truenos! Pero todo lo que voy a contar aquí, en cuanto me pongo, veo que con algo de cocina valdría para otro artículo y me lo guardo por si acaso me quedo seco allá, donde mi compromiso es profesional. 

Quizá la solución me la haya dado mi hijo Enrique esta mañana mientras desayunábamos. Me contaba su visita de ayer al zoo de Madrid y lo que le había impresionado el tiburón del acuario. Con su mano izquierda, muy fuerte y varonil, pero de un niño de tres años, hacía el gesto majestuoso del tiburón nadando mientras sus palabras eran muy aproximativas y dudosas. Se podía ver la potencia de los aletazos y esa lentitud felina con la que nada el tiburón, silente y amenazadora. En la mano de Quique se veía y el aire de la cocina se convirtió en el agua azul y fría del acuario. 

Y esas imágenes, que lo exigen todo de vosotros, porque a ellas ya no alcanza la literatura, quizá sean el terreno sagrado de este blogg, donde el único compromiso es la amistad.

miércoles, 24 de diciembre de 2014

lunes, 22 de diciembre de 2014

Salgo del armario


Una frase hecha o idea común entre poetas es lo poco que se leen todos a sí mismos. Hasta ahora yo he callado como un cobarde, pero se acabó. Yo me releo y, todavía más, me recuerdo con una frecuencia casi diaria. Quizá por eso escribo tan poco, he pensado y tengo que repensarlo por si he dado con la explicación. El caso es que, si escribo por necesidad, esa necesidad no se acaba con el punto final, sino que vuelve, pero ya tengo mi poema listo para la ocasión y el contraataque. 

Un ejemplo, que es el motivo de las líneas que siguen. El otro día fui a hacer una gestión en coche. Hacía mucha niebla y yo iba muy nervioso. Me confundí de camino lo menos siete u ocho veces, y sólo iba de aquí a Jerez. Empezaba a desesperarme hasta que di en rerecitarme esto:



Y ya me reía y no importaba equivocarme y volver a equivocarme. 

sábado, 20 de diciembre de 2014

La mano


A pesar de la sangre azul, en la de Leonor no faltan glóbulos rojos, como debería, sino blancos. Cada análisis de sangre saltan las alarmas, hasta que convence al facultativo de turno que esos niveles los ha tenido siempre así de bajos. La novedad es que el otro día, en una reunión de trabajo, un exótico extranjero le pidió la mano para leérsela. Y zas: le dijo que tenía poca sangre (sic) y que padecería del corazón. Estaba, por los antecedentes científicos, un tanto impresionada. Le animó mi empatía, al ver que me ponía repentinamente blanco y serio. Se alegró de verme tan preocupado, confortada. (Ya no dije que era por eso de que le cogiese la mano un propio que pasaba por allí.)


miércoles, 17 de diciembre de 2014

Presentación




Me comprometí hace un siglo a presentar el nuevo poemario de Blanca Flores en El Puerto, y el libro no me llegaba. Pensé que tendría que hacerlo sin leer el original, una presentación de la autora, no de la obra. Pero tres días antes, 1ª sorpresa, llegó. 




El tono de Blanca Flores había cambiado un tanto, 2º sorpresa. Le descubrí un encantador aire a Amalia Bautista: 


Aunque también un guiño a Carlos Edmundo de Ory y su ludismo lírico. Me emocionó este poema, a la vez juguetón y dramático: 





Dije estas cosas y, cuando me vine a dar cuenta, había acabado la presentación. No, mi presentación. Subió al escenario un amigo de Blanca, Paco Luque, y cantó dos canciones muy relacionados con la poesía de su amiga. Salí encantado. 





lunes, 15 de diciembre de 2014

D'Ors no me pasa una y tres o cuatro cosas más


Prudentemente ya había escrito mi artículo y hasta lo había mandado durante el postre, pero en el tren de vuelta de Madrid leí a Amorós que la fecha exacta de Platero era el 14 de diciembre y me entró el fervor. Escribí a la carrera esto y tuve que liarla parda para mandarlo por e-mail a la redacción. Se me coló ese "punto y final", Dios me perdone, y vosotros. 

Al día siguiente Miguel d'Ors me llamó la atención tempranísimo, y yo tuve que bajar la cabeza avergonzado porque el error era mío. Y estuve muy humillado y avergonzado (conmigo, eh, con d'Ors agradecido de que esté tan atento aún a mis cosas) hasta que se me ocurrió este jueguín de palabras: "D'Ors no me pasa una". Y ya me reía yo solo y se me pasó el disgusto. Así de consolador es el lenguaje. 

Estuve en Madrid para unas cosas y otras. Fue tan rápido todo que me salía por las curvas y dejé, a la altura de Neptuno, de tomar notas. Menos mal que Ángel sí hizo la tarea, Los adjetivos de nuestra reunión están —por si, como no estuvisteis allí, no os dais cuenta— magistralmente colocados. Y nos cuenta además una visita al museo que yo no pude hacer, pero que firmo con los ojos abiertos. 

Mi última nota es sobre la "hipálage del pájaro" o hipálage en espejo, se me ocurrió. Salió de entre mis pies por el Paseo del Prado un gorrión aterrador, aterrado y aterido, y los dos estábamos igual, con el frío (yo había ido a Madrid a la portuense, sin abrigo, ea) atontados y yo lo asusté a él y él a mí y los dos mutamente. Donde pongas el adjetivo "asustado" es una hipálage, una hipálage en abismo. 

Antes había visto un camión enorme de basura lleno de hojas secas. Tan delicadas esas hojas del otoño, tan leves, que parecía que iban a hacer el milagro de levantar por los aires al camión. 

Un poco antes, me crucé con uno que no llevaba ni jersey, muy jirocho, y me entró un poco de calorcito, por comparación. Duró veinte metros, cinco minutos, pero fue muy curioso.

Antes, en el tren le cambié mi asiento a una señora que quería ir con su hija y, gracias a eso, caí al lado de una peña de jóvenes ejecutivos cordobeses. Uno de sus compañeros, que era nuevo, había perdido el tren y los demás venían riéndose, imaginando su agobio. El otro lloraba excusas por whatsups que éstos leían en voz alta, mondados. Le escribían echándole hierro al asunto. El otro dejó de hablar un rato y una chica preguntó, con cierto temblor en la voz: "¿Se habrá suicidado?". 

Aún antes, en el suplemento de un periódico vi un dibujo de Goya de hermosísimo título: "Viejo columpiándose". Qué lástima haber visto el dibujo, inquietante y sucio. Habría preferido quedarme con el título nada más, columpiándome. 


viernes, 12 de diciembre de 2014

Qué casualidad



Ha querido el azar que el mismo día que voy a ver a Eloy Sánchez Rosillo salga la reseña que escribí hace un siglo a su antología catedrática.



Está en Turia.

jueves, 11 de diciembre de 2014

Humillación


Leonor tuvo ayer una comida de trabajo que no acabó hasta tardísimo. Cuando llegó me contó que uno de los de la parte contratante de la segunda parte le había contado que era un  lector fan mío. Mi humillación no fue, como quizá empecéis a sospechar, porque yo sospechase que eso me lo contaba ella para tratar de compensarme por mi tarde a solas. Leonor no hace esas cosas. La humillación vino a renglón seguido. Le contó que coincidimos en una boda hace siete u ocho años, y que me lo dijo. La humillación es que yo me acordaba perfectamente  y que Leonor estaba segura de que yo me iba a acordar perfectamente. No somos nada. 


miércoles, 10 de diciembre de 2014

Caritas y carotas


Lo de los trabajos de los niños está siendo divertidísimo. Esta vez le tocaba a Enrique uno sobre el tema del cuerpo humano. Vimos que también estaban dando la expresión facial y, como el lenguaje es lo nuestro, aunque sea no verbal, hicimos este juego de adivinanzas. ¿Cara de qué...? [Las interrogaciones las pintó Carmen, siempre tan colaboradora]





martes, 9 de diciembre de 2014

Gordiano


Hay algo indiscutiblemente juvenil, adolescente, en tener 45 años y desvelarme pensando en mi destino, en mi vocación, en mis planes de futuro y en el curso de mi existencia, así, en general. Centrémonos, por ejemplo, en estos diarios. ¿No hay un ejercicio de vasta banalidad en recoger el día a día, más o menos? La maestra de los diarios y la escritura autobiográfica, Santa Teresa, no nos da sólo una lección de estilo (desahogado) ni de tono (coloquial), sino también de motivo. Si ella escribió su Vida, fue estrictamente porque se lo pidió su confesor. La obediencia desata los más intrincados nudos gordianos.

Mi confesor, sin embargo, entre tantas cosas como me pide, jamás que escriba en Rayos y truenos. 


domingo, 7 de diciembre de 2014

jueves, 4 de diciembre de 2014

Rerresonancias


Debo de estar pasando una temporada de frivolidad. Qué hondas reflexiones me produjo mi primera resonancia, y qué pocas y locas las de ayer. 

Me entró la risa con una chiste y no me podía mover y ahí estaba, solo, riéndome inmóvil, aguántadome las carcajadas. Era un chiste tonto: ¿No se va a llamar "Resonancia" con el ruido infernal que hace?

Como era a la hora de la siesta, hice el esfuerzo de dormirme, ya tumbado. Paradójicamente, la inmovilidad no me dejaba. Pensé, aunque despierto, por lo menos será una siesta postural, como magnética. Creo que salí descansado. 

La media hora empezaba, con siesta magnética y todo, a hacérseme eterna. Pensé, de pronto, si todo esto no se trataría de un castigo a mi  hipocondría, para que me deje de ir a los traumatólogos del mundo. Me lo temí seriamente. 

En modo sospechas, empecé a detectar que la máquina sonaba como un motor bajo de batería intentando arrancar. ¿Entraría la enfermera ahora a decirme que, aunque lo había intentado tanto, no había podido encender el motor?

Entró, sí, pero para decirme que ya, y que me había portado muy bien. Adiós, adiós. 

Fueron sólo 40 minutos, pero se me hicieron larguísimos. Me dio tiempo para pensar muchas cosas, además de las aquí relatadas. Salí soñando en vivir así, con esa intensidad. 






miércoles, 3 de diciembre de 2014

Exotérico


De mi artículo de Misión del último número estoy muy orgullo, amén de por participar en una revista que se crece número tras número, por la invención [creía que "invención" de "crear" pero descubro ahora que es "invención" de descubrimiento] de una palabra que me describe: exotérico. O sea, raro y exclusivo, pero volcado hacia el exterior, a los demás, con poco éxito, pero eso es lo de menos. 



Quizá se lea mejor aquí, aunque la ilustración, como suele, es lo más bonito. 


martes, 2 de diciembre de 2014

Ups


A la hora de nuestro almuerzo —tan tarde que parece merienda, o té inglés—, me cuenta Leonor que volvía del trabajo pensando en qué monos los niños y qué bonita nuestra casa y qué suerte más grande, etc. Pero, de golpe, vio la fragilidad de todo. Qué estremecimiento. Pensó que si yo moría…, ella no podría mantener la casa, tendría que venderla. 

Sic, como suena. 

Me encandiló un antirromanticismo tan radical. Primero, por principios. Y finalmente, por las postrimerías. Vengo defendiendo que la muerte no interrumpe nada y que el matrimonio debiera ser indisoluble ad eternum. Justo, pues, que la muerte apenas suponga —para eso ha quedado— algún inconveniente a la hora de liquidar el IBI o así.