sábado, 30 de enero de 2016

Chimenea


El hogar de mi hogar humea. Leonor protesta, pero yo pienso (contestar, no contesto: reposo vocal absoluto) que cumplo mi fantasía político-incorrecta de fumar a la contra, pero no en cigarrillos ni en pipa: yo fumo en chimenea.

Me quedo hasta tarde bebiendo y leyendo, beyendo y lebiendo a partir de cierta hora. Me han encargado un pequeño ensayo sobre mi silencio encerrado. ¡Y hay tanta bibliografía!




Cuando al final apago la luz. Oh. Qué bonito el cuarto a la luz de la chimenea.




Acaba de leer a Logan Pearsall Smith: "What humbugs we are, who pretend to live for Beauty, and never see the Dawn!"; y animado por sus palabras me quedo despierto un rato, no por miedo al fuego ni por prudencia, por estética, contemplando la puesta de sol de la chimenea.


viernes, 29 de enero de 2016

Vocaciones


Quique quiere ser paradoja, porque tiene clarísimo que quiere ser "médico militar".

Y Carmen quiere ser pintora. No sé cómo se reparten los ingredientes del alma de un artista, pero está claro que hay un deseo muy fuerte de crear y otro, parejo, de autoría. Por eso me ha hecho tanto ilusión descubrir que Carmen va firmando por la casa los cuadros que más le gustan. Parece que la niña va en serio.






miércoles, 27 de enero de 2016

La Andalucía inglesa


Cumpliendo estrictamente las instrucciones médicas, no le dije a la madre, lo valiente que había sido su hijo. Había tenido una caída espectacular del patinete, de la que no me explicó cómo se levantó tan campante, sin haberse roto ni las gafas ni los huesos. Me limité a exclamar para mis adentros: "¡Qué jardazo!"

Y entonces me enredé con la etimología. ¿El andalucismo 'jardazo' no vendrá de 'hard', por la dureza del golpe? Ya sabemos que la Baja Andalucía tiene un puntito de inglesa.



martes, 26 de enero de 2016

Quitando


Quitando que 
  1. éxito es una palabra que me queda muy grande y mucho más, si cabe, aquí y ahora, 
  2. que el libro lo ha editado Comares en La Veleta, y no Renacimiento, lo que también me hubiese enorgullecido,
  3. y que espero no haber escrito ni un aforismo brillante o haberlo borrado, sino, en el mejor de los casos, transparente, 
no está nada mal esta selección que hacen de lo mío en Nueva Revista.


lunes, 25 de enero de 2016

En el momento exacto


La publicidad de este concierto, aunque sea en Logroño, no podía haberme llegado en un momento más oportuno:


Baja de ida y vuelta


Para el reposo vocal absoluto, tendrían que mandarme al instituto los fines de semana. 

Chisto, chasqueo los dedos, gesticulo, salto, doy patadas en el suelo, chasco la lengua, doy palmadas... Pero para educar a los hijos, donde se ponga un buen grito...

domingo, 24 de enero de 2016

Hija


—¡Jopé, papá, ¿por qué todas las canciones son de amor?!

—Porque el amor mueve el Sol y las demás estrellas —contesto sin poder resistirme, a pesar de la prohibición absoluta de hablar.

Y no sé si lo entiende ni si la convence, pero calla. Y escucha la canción.



Hijo


Yo subrayo mis libros. Y Quique, aunque no sabe leer:





Yo llevo mi diario. Y Quique, aunque no sabe escribir:


sábado, 23 de enero de 2016

Luna llena


En pleno invierno, 
gozas de menos público 
del que mereces. 
Te apena un poco, pero 
sigues brillando igual.




viernes, 22 de enero de 2016

De lejos


Como no puedo gritar, los niños vuelven de la parada corriendo y cruzándose de acera como potritos salvajes. A mí se me salen los ojos de las cuencas de intentar imponer orden con la mirada y chasqueo los dedos y doy patadas al suelo que parezco un homenaje al aniversario de Lola Flores con más salero que el doodle de Google.

Ya en modo flamenco, veo que viene un perro también sin dueño, en sentido contrario. Y, como conozco la afición, entreverada de respeto, de Carmen, me paro a ver qué hace. Y Carmen se para, petrificada, en cuanto ve al perro, hace por arrancarse, se para, y se dirige al fin hacia él en un grácil semicírculo. Cuando ya está cerca, levanta los brazos y, al cruzarse las dos trayectorias, le planta en toda la cruz, dos caricias que son como dos banderillas. Sale muy airosa.

Yo aplaudo. El perro alucina.

miércoles, 20 de enero de 2016

Boto de silencio


Me pregunta una amiga: “¿Cómo va tu voto de silencio?” “Boto de alegría”, le respondo. Hacía meses que no leía así.
*
A ver si me va a costar más dejar el café que dejar de hablar.
*
Para estar callado, mirar el fuego. Enciendo las dos chimeneas de casa y voy de una a otra por puro gusto de viajar. Son muy diferentes. La del salón tiene un fuego alegre, altivo, vivo. La del cuarto de estar es más torpe, a ras de suelo, sin alegría, con muchos humos. Es torpe. Se le desmoronan los troncos a cada rato.
Sin embargo, al final me instalo en ésa. El enternecedor encanto de la torpeza.
*
En la comida, Leonor no deja de hablarme y hacerme preguntas. Rompo mi voto y mi boto y me reboto. “Oye, que me han prescrito ‘reposo vocal absoluto’” Se le hace duro estar con “un bulto mudo” [sic] y a mí me asombra que tras 16 años hablándole sin parar hasta el destrozo de mis cuerdas vocales, todavía quiera oír qué le cuento.
*
Los niños se portan mejor. Me hablan ellos sin parar. Carmen trae del colegio un interés muy grande por los escorpiones. Están debajo de las piedras, me informa. Pero eso en el campo. En El Puerto debajo de las piedras lo que hay son cangrejos. Ea, más marinera ni Alberti. Y me río en silencio recordando el asombro de las primas de Leonor por el acentazo andaluz de la niña. ¡Si llegan a oírla hablar de cangrehos ebajo lah pieras!
*

Ahora que no hablo, me duele más la garganta. Será porque me la miro más.

martes, 19 de enero de 2016

Reposo Vocal Absoluto (1)


Me han dado de baja quince días. Prescripción: silencio absoluto.

*
Siempre soñé con la de tonterías que no iba a decir si fuese mudo. Ahora caigo que yo las tonterías mayormente las escribo.
*
La seriedad del juego. Mis hijos son los que más me van a ayudar a estar callado. Han encontrado muy divertido esto de vigilarme y decir: "Pscht" cuando hago el gesto de romper a hablar.
*
¿No decía Leonor que no la escucho? Pues ea.
*
"¿Cómo vas a leer ahora?", me pregunta Carmen, que está en una etapa pre-ambrosiana. Su tono me entusiasma.
*
Vivo en conversación con los difuntos y escribo con mis dedos a los vivos.

Un nudo en la garganta


Ayer caí presa de mi hipocondría. 

En la cena con mis hijos, disimulando mi angustia, les pregunté: "¿Qué habéis aprendido de papá?", pensando en el recuerdo que les quedaría a ellos, tan chiquititos, los pobres. Carmen levantó la mano rápido, como en el cole, y dijo: "A entrenar duro". Cuando sale a patinar con su madre, no se suelta; y conmigo ("hay que entrenar duro", le digo, en efecto) tiene que ir suelta y, si es menester, cayéndose y levantándose. Bueno, no estaba mal. Le pregunto a Quique, pero es Carmen la que habla por él, que piensa: "Quique, a manejar la tableta". Y también eso es verdad. Pero entonces él, que parece que ha entendido la razón de mi pregunta, me mira a los ojos y dice muy serio: "Tienes que enseñarme a leer".

Se me puso un nudo —analógico— en la garganta.

lunes, 18 de enero de 2016

Buzón


En el buzón tres libros y una revista. Con el ánimo desanimado con que ando, le musito a Leonor, con voz apenada: "Es increíble que todavía me manden libros, porque ni los leo, ni los agradezco ni me da tiempo a nada". Leonor, imperturbable, me contesta: "No te los mandarán los mismos".

La revista es Nuestro Tiempo, donde viene un artículo mío.


domingo, 17 de enero de 2016

¿Cuántos años tienes?


Los niños se lo preguntan entre sí, y es una pregunta esencial. Un año marca un abismo de diferencia. Una prima de Carmen estaba muy preocupada estas navidades porque, a pesar de lo bien que se lo pasaban, Carmen tenía un año más. 

Cuando somos mayores ni veinte años de diferencia hacen ninguna diferencia. Y yo me pregunto, ¿cuándo, dónde perdimos tanto el tiempo, que ahora unos años, ¡unos años!, no son nada?

sábado, 16 de enero de 2016

Conyugalia


Leonor: "... ... ... ..." 
Yo: "Sí". 
Leonor: "A ver, ¿qué te he dicho, eh?" 
Yo: "No sé, la verdad". 
Leonor: "Eso fastidia mucho, ¿lo sabes?, que te digan 'que sí' como a las locas". 
Yo: "Más tiene que fastidiar que te digan que no como a las locas auténticas. El sí constante es un signo de confianza..." 
...


viernes, 15 de enero de 2016

Eureka




Qué espléndido regalo. La edición de Villegas Editores de Nicolás Gómez Dávila. Yo la busqué como un loco en su momento, pero fracasé. No me importaba tanto la calidad de la edición como el mito y la obra completa, pero cuando la tuve en las manos descubrí que el estuche es el de una joya.

Y, de pronto, una inquietud. Yo leo subrayando y casi no me hallo sin un lápiz, pero quién pone sus sucias manos sobre estas páginas, quién. Y así andaba, desazonado. Sin querer meter el libro en una vitrina, sin querer pintarrajearlo, sin querer, queriendo, sin querer...

Hasta que de pronto, ¡eureka! Abro la primera página y me doy cuenta de que todos los escolios tendría que subrayarlos. Fíjense, fíjense. Y entonces, dándolos todos por destacados, el guión de cada uno me vale de llamada de atención.


jueves, 14 de enero de 2016

Palomas y serpientes


Justo el día de mi cumpleaños, ni uno antes ni uno después, me llegó mi colección de aforismos. Inmensa alegría y qué maravilla de cubierta, tan transparente que se ve el mismo espíritu del libro.

Pero enseguida me entró una desazón que era un desconsuelo.  

Los aforismos son tan chiquititos, no se pueden defender. Se te parte el corazón de dejarlos solos por el mundo.

miércoles, 13 de enero de 2016

Día de mi nacimiento


En el Diario de Cádiz, cuando vas de visita, te enseñan siempre el número del día de tu nacimiento. Comprobamos con un punto de decepción, David Fernández, el director, y yo que, al haber nacido en lunes, ese día no hubo periódico y tuve que conformarme con la portada del martes, 14 de enero de 1969. Después, me di cuenta que, como suele pasar, era mucho mejor así, porque tenía el periódico con las noticias del día de mi nacimiento y no el que leyeron el día de mi nacimiento, que tiene una significación personal bastante menor.

He aquí la portada:



Que más bien parece una profecía de las brujas de Macbeth (pero buenas):

Porque ahí está mi carácter tormentoso, ya sea en la versión de tormenta de ideas, de rayos y truenos; y mi gusto por la lluvia:


Y una predisposición a la admiración de la belleza femenina, incluso aunque haya que imaginársela, como en esta foto; y sin cruzar nunca La Línea:




Una clara declaración de mi doble nacionalidad, de mis principios de güelfo blanco:


Sin dejar por ello de tener una querencia anglófila desbocada:


En esta fotografía londinense quizá lo más importante y lo más mío es esa pretensión de enmarcar y hacer artística cualquier escena de la vida cotidiana, con una sonrisa que da la perspectiva.

Eso es lo más importante, aunque sin dejar atrás un aviso sobre la melancolía de los afanes, porque ¿quién se acuerda ahora de este prodigio del Sr. Risueño, donde tanta ilusión y trabajo hubo de poner, el buen hombre?

Y para completar el retrato, no podía faltar el puntito snob, ay de mí, o tempora o mores, por cierto:



Ni tampoco un vago europeísmo, desconfiado pero constante:

¿Quién iba a decir que no en las estrellas, sí en el Diario del día de mi nacimiento, estaba escrito mi destino; o, al menos, mi vida y mi personalidad? Precisamente en el Diario, donde tanto escribo. Un último signo de que nosotros forjamos nuestro destino.

martes, 12 de enero de 2016

Incorregible machamartillo


Quique, con el rollo de La guerra de las galaxias, me llama: "Mi viejo maestro". Y algo tiene que estar aprendiendo porque está hecho, como su padre, un católico a machamartillo y un español incorregible. Tengo más pruebas, pero me gusta ésta. Saco, para hacer espacio en mi biblioteca, que ya está como nosotros en el seiscientos de mis padres, unos libros para fuera y otros para dentro, para que quepan más, saco, digo, un pequeño globo terráqueo que estaba de adorno. Quique, nada más verlo, me pregunta: "¿Donde está España?" "Aquí" "¡Qué chica!" Y le replico con un leve giro de muñeca, señalando a Hispanoamérica: "Pero se hizo grande". Satisfecho ese campo, me pregunta: "¿Dónde nació Jesús?" [Obsérvese también la ortodoxia textual de la pregunta]. "Aquí" "Qué pequeño". Yo le doy dos vueltas vertiginosas al orbe: "Pero fue para todos".

Y ya no tiene, mi pequeño aprendiz, más preguntas. Como tiene que ser.


Elogio salvaje del sexo profundo



Una de las revistas culturales pioneras en Internet, la delicada Jot Down, mantiene una sección titulada "Sexo", que va lógicamente de eso. Bien. Sin embargo, su nombre creaba ciertos problemas de accesibilidad a lectores con algún tipo de barrera de protección frente a contenidos. Para evitar esas molestias, Jot Down decidió cambiarle el nombre a la sección, y ha escogido la etiqueta de... "Vicio". Aquí es donde haría su entrada de elefante en cacharrería Fabrice Hadjadj. Este escritor francés nacido en Nanterre en 1971 en el seno de una familia judía originaria de Túnez de ideología maoísta, y converso —tras pasar por el anarquismo y el nihilismo— al catolicismo es muy partidario del sexo, firme partidario, sí, un fanático, pero no como "vicio", sino como virtud o, mejor dicho, como camino (de vertiginosas curvas) a la santidad. Lo explica sin tapujos ni pudores en su libro La profundidad de los sexos. Para una mística de la carne (Nuevo Inicio, 2010).

Los datos biográficos no son un reclamo publicitario. En Hadjadj se agitan como en un cóctel (molotov) esas tradiciones explosivas: la judía, la francesa, la filosófica y la católica, entre otras. De todas ellas recoge razones en defensa de la trascendencia del sexo.

En la raíz de su concepción están sus raíces judías. Lo explica citando a Rozanov: "Todo pensamiento referente al sexo despertaba en el semita el pensamiento de Dios"; de lo que él da un constante ejemplo. El toro de Pasifae le parece una “versión venérea del Becerro de oro”. Su conversión al catolicismo no le impide remitirse sin parar a la fe de sus ancestros, que ahora son, en expresión que tanto gusta a Benedicto XVI, "sus hermanos mayores". Moisés trazó la línea de partida: "No habrá prostitutas sagradas entre los hijos de Israel" (Dt 23,18). La sacralidad sexual se vivirá, por tanto, en el seno de la familia, fundándola. A partir de ahí, todo va de suyo. Recuerda a un rabino que aconsejaba hacer el amor en la noche del viernes al sábado: el sexo y el shabbat para que nos volvamos hacia el Otro. A favor de la abstinencia, cuando toca, trae a colación al Rabí Abahou que ve en la polución nocturna un signo de buen augurio. Y contra la eugenesia, nos narra cómo el Rabí Abraham Yeshaya Karelitz se ponía siempre de pie con solemnidad en presencia de un trisómico: si el Eterno lo ha privado de poder estudiar a fondo la Torah, decía, es porque ya es bastante perfecto a Sus ojos. De todo ese aluvión de citas e historias concluye que el judío no se inventa a sí mismo: brota del sexo y la gracia. Por eso trata a ambos con veneración y se rebela contra la insignificancia a la que el laicismo postmoderno aboca al sexo. Ese choque de culturas lo retrata Hadjadj con una imagen sugerente y poderosa: "Los cuatro triángulos del bikini son un signo. Es una estrella de David explosionada".

Imagen que nos lanza de cabeza en la segunda característica del autor. Su prosa está seducida sin remedio por la famosa fascinación de femme fatal de la frase francesa. Critica los juegos de palabras y retruécanos de Jean-Pierre Brisset, pero incurre en ellos con una frecuencia que pone en continuos apuros al heroico y hercúleo traductor. Hay una justificación: los sonidos y las letras, los significantes, son el cuerpo de la palabra, y es natural que un partidario del sexo se recree en su pura materialidad. También es muy francés su gusto por epatar al burgués, reforzado, supongo, por su infancia revolucionaria. Lo hace con una soberana indiferencia por la corrección de su discurso (afirma que el sexo que se cierra a la vida es sexo entre castrados, por ejemplo), y cita con regodeo a otros autores impactantes, como a Henri Michaux: “He visto nudistas en los alrededores de Viena. Ellos creían ser 'gente desnuda'. Pero yo sólo vi un exceso de carne”.

La tercera tradición de Hadjadj es la ortodoxia. En su defensa del sexo, recurre con evidente placer a santo Tomás de Aquino cuando sostiene que, si no hubiese existido la falta de orgullo del pecado original, el acto carnal hubiese sido una insondable plegaria y el esperma adámico tan puro como el agua del bautismo. Pero no todo se queda en la ensoñación con lo que pudo pasar. Pudo bastarnos el placer, pero ahora buscamos la bienaventuranza. Para la cual no podemos olvidarnos del sexo. En él hallamos un icono de la Sagrada Trinidad: "Esa cosa de carne me revela una doble desposesión y me compromete a una comunión de ternura. Mi mismo sexo no se encuentra más que en el otro. Y al encontrarse ambos hacen surgir a otro más (también en cuerpo)".

Por si a alguien le parece un lenguaje demasiado descarnado (por profundamente encarnado, paradójicamente), Hadjadj se acoge a Platón y cita la defensa que hace en Parménides 130c-e de la filosofía que se ocupa del pelo, del barro, la suciedad o de cualquier otra cosa por el estilo. Ante ella, Sócrates tiene miedo a caer en algún abismo de necedad y perderse, pero Parménides le contesta: “Es que todavía eres joven, Sócrates, y la filosofía no te ha cogido aún con la mano firme con que, estoy seguro, te cogerá el día en que ya no desprecies esas cosas”. Y para reafirmar con otro argumento de autoridad su interés, Hadjadj nos recuerda lo que Kierkegaard sostenía: "Sin la sexualidad, la historia no comienza".

Hadjadj se enfrenta a la extendida superficialidad que caracteriza a nuestra época: una banalización del sexo que lo desvanece o, como poco, lo desnaturaliza. Eso mismo nos advirtieron las grandes contrautopías del siglo XX. "Es notable", subraya el francés, "que las tres grandes novelas de anticipación, Nosotros (1923), Un mundo feliz (1932) y 1984 (1950), tengan como motivo central el esfuerzo del poder por negar toda profundidad a la unión de los sexos".

La tendencia a calificar el sexo como "vicio" o como "tentación", de tanto predicamento en la publicidad y el cine, común incluso entre los que niegan las nociones mismas de vicio y de virtud o de pecado y de mal, podría considerarse como otra maniobra más (seguramente inconsciente) para desustanciarlo si la conectamos con la banalidad del mal, que diagnosticó Hannah Arendt y que ya señaló san Agustín. Conexiones mías aparte, lo cierto es que Hadjadj lo defiende como un hermoso bien y una aventura de verdad, o sea, como un excitante punto de unión de los trascendentales. A su favor argumenta con paradojas a lo Chesterton y con la virulencia de un Bloy. Se muestra partidario de la monogamia —más entretenida que la repetitiva infidelidad—, de la indisolubilidad, del acto conyugal como acción de gracias y de la carne como bendición. Su veneración por el sexo es tal que incluso ante la violada que quedó embarazada, exclama: "Su sexo es el lugar en el que la violencia misma se convierte en inocencia". Naturalmente, es en la concepción de una nueva vida donde este padre de cinco hijos ve el culmen de la sexualidad. Lo dice bellamente: "Cuando la gente dice: 'Tiene los ojos de su padre… Tiene la boca de su madre…' detalla el éxtasis encarnado".

[Ambos Mundos, 2012]

lunes, 11 de enero de 2016

El mismo dedo


El dedo índice levantado es el signo de la autoridad moral e intelectual. Véase a Rafael y su "Escuela de Atenas", por irnos a lo clásico:


Y recuerdo a don Álvaro d'Ors contraponiéndolo al puño cerrado de la potestad. No sé si habrá dicho nadie que ese dedo índice es el mismo que pide silencio:


Hoy, que vuelvo al IES, lo veo claro. Sólo cuando, gracias a la autoridad del maestro, los alumnos se callan, ese dedo puede volar por libre y, sobre todo, señalar a lo alto.


domingo, 10 de enero de 2016

Desventuras y venturas


Por mi entrada de ida, me escribe mi buen amigo Suso Ares Fondevila:

Querido amigo: 

Es sorprendente tu capacidad para, como los gatos, caer siempre de pie. Empiezas una entrada hablando de un mal que te acontece y, oh magia, al final de la entrada acaba convertido en un bien. La tristeza se convierte en alegría, la pesadumbre en ligereza, la debilidad en fortaleza... ¿Gracia natural, gracia sobrenatural, optimismo indomable, un inquebrantable non omnis moriar? 
Un fuerte abrazo.
Y no sabe que el verdadero final feliz de mi entrada es su carta. Es en su alegría, en su sorpresa, en su amistad (los tres pies del gato) donde sí que caigo de pie.

Por si fuera poco, recibo este tuit:


 Que hace referencia a esta entrada. Y que me hace el mejor regalo.

Luego dicen que escribir un blog no está pagado.


sábado, 9 de enero de 2016

... Y vuelta



Me levanté hecho polvo. Me había desvelado la noche anterior hasta que la poesía vino en mi socorro. Pero no cuento  en el artículo que además le di al vino lo mío en la cena. Nuestros amigos nos ofrecieron unos tintos estupendos y yo no pude negarme, porque el vino es sagrado. Ya en la cena me vi locuaz e indiscreto, que es la señal inequívoca de que conviene moderarse, pero no... Y cuando sí, con los postres, propusieron una copa (o varias, como fueron) de Pedro Ximénez, y era la llamada de la tierra, que no es sagrada, pero casi. Por Jerez, por el jerez y porque estaba buenísimo... tenía esa mañana ese dolor de cabeza digamos que patriótico.

*
En el buffet del hotel desayuné tortilla de patatas, lo que parecerá un detalle sin importancia, como no tiene, pero ya verán después...
*
Y puestos a barajar los tiempos, recuerdo que me olvidé contar una cosa de ayer. Al final de la conferencia estuvimos hablando del amor conyugal como distinto del amor romántico y de la diversa poesía que tienen ambos. Cuando salí, miré mi móvil y tenía un mensaje de Leonor. Lo abrí y decía escuetamente: "Carmen tiene piojos". Me pareció, a su manera, otro poema "conyugalia".
*
Lo recupero porque tuve otro momento conyugal. No conseguía cerrar la maleta entre los regalos y el desorden y el dolor de cabeza y ya me tenía que ir y me entró la ansiedad. Así que me dije: ¿cómo lo haría Leonor?; y doblaba las camisas. ¿Cómo lo haría Leonor?; y metía los libros en el lugar más mullido, y así. Fue mano de santo. Mano de santa.
*
Llegué muerto al Matadero a ver la exposición sobre Lampedusa. Me informaron de que sólo abría por las tardes. ¡Y yo que había reservado mi tren para darme tiempo a verla! Pregunté si al menos podría mercar el catálogo o algo, y me encaminaron a la sala de la exposición, por si había algún propio con información. Aquello es una extensión desolada por la que corre a sus anchas un viento gélido. Yo andaba arrastrando una maleta por un suelo aladrillado y tres bultos de libros y con una ropa de abrigo un tanto bizarra, mezclando la chaqueta de ayer con un plumas y esas cosas que los provincianos nos echamos encima en Madrid en invierno. Me consoló oír que por la megafonía del centro cultural habían puesto una conferencia muy sesuda sobre las coplas a lo divino de la Edad Media al siglo XVI, supuse que por la Navidad, y que se hablaba con toda naturalidad de san Francisco de Asís, de san Pedro de Alcántara y hasta de santa Teresa de Jesús. Pensé bien, lo confieso, del ayuntamiento de Carmena. Y eso que el bedel me dijo: "Cerrado. No hay catálogo. Adiós". Adiós. Cuando salí del Matadero seguía sonando la conferencia y ya me escamé. Me monté en un taxi y sonaba, así que se me ocurrió mirar el móvil y, en efecto, había saltado la conferencia en él. Crucé de lado a lado el dichoso Matadero y hablé con todos los funcionarios disponibles de allí con una conferencia sobre la poesía religiosa a toda pastilla desde el bolsillo de mi chaqueta, como un loco de Dios de los caminos. (Tal vez eso disculpe la prudencia taciturna del bedel de la sala de exposiciones.)
*
Quedé a comer con un poeta amigo. Me llevó a un sitio que tiene... una tortilla de patatas estupenda.
*
Un día nos voy a cronometrar, porque entre poetas se habla muy poco de poesía y mucho de la vida, o sea, de poesía (de la secreta). 
*
Le había comprado a Quique en Tiger un paraguas con la empuñadura de un sable. Además de la vergüenza de cruzar Madrid con el artefacto, tuve que dar algunas explicaciones en el control de seguridad de la estación de Atocha, aunque sospecho que la vigilante tenía un niño o un sobrino y lo que quería era información y complicidad. 
*
Nada más instalarme en mi asiento, llegó una pareja y él se sentaba a mi lado y ella lamentó muy zalaberamente no ir juntos. Yo, que soy un romántico, le ofrecí de inmediato mi asiento y me fui dos filas más adelante, con el pecho henchido de satisfacción por el deber cumplido. Al poco rato les oí discutir. Por lo visto, él quería ver la película y ella le recriminaba: "Joder, Antonio, siempre estás igual, enchufado a los aparatos, y yo lo que quiero es charlar contigo". Empecé a darme cuenta del alcance de mi acción. Sentí sobre mi nuca el odio reconcentrado de ese pobre hombre. Yo intentaba leer, pero me atormentaba la conciencia. Y los oídos. Por lo visto, él había quedado con alguien en Jerez, adonde viajaban, y ella le afeaba (feamente) que hiciese planes sin consultarle y que fuese de tantos amigotes cuando ella lo que quería era estar con él, etc.


*
Leía entre discusión y discusión y peso de conciencia y peso de conciencia, el levísimo y celebrativo Saber de grillos de Vicente Gallego. Era un contraste extraordinario. Como volvía a casa, recordé a mis grillos, que me reclamaban. El libro me resultaba demasiado esquemático, como si algunos poemas fuesen apenas notas para escribir luego un blog (un buen blog, quiero decir, eh) de impresiones campestres: "Hay un reloj de sol, / pero no hay tiempo", por ejemplo. Un cuaderno de campo en el que hace bocetos, algunos muy precisos, como el de la perdiz, que es "un terremoto de los aires" cuando levanta el vuelo. Pero luego eché cuentas y sumé varios poemas emocionantes. Y sumé un cargo de conciencia más: somos más intolerantes con la poesía sencilla que con la barroca. Si en un libro más locuaz y artificioso hubiese encontrado el mismo número de poemas buenos, me habría parecido mejor, sólo por el hecho de haber trabajado apartando la hojarasca. Aquí, que sólo he tenido que apartar algunas ramitas, debería estar más agradecido aún por los hallazgos. Por ejemplo, este poema con un aire a Jiménez Lozano: 

HUMO DE LEÑA
 

Este primer llegarse
 
del humo de la leña 
--con la flor aterida 
del invierno ya dentro-- 
qué bien traído está, 
donde le importa al alma.

Y puede bosquejarse la evolución de Vicente Gallego según el planeta que ha tenido mayor ascendiente sobre él en cada época: de Brines a Claudio Rodríguez y ahora, quizá, Jiménez Lozano.

Con todo, cómo digo, qué buenos poemas encontré:


AL PASO 

Como estrellas de bruces,
 
las piedras del camino 
empapadas de luna. 

Ya no tengo cuidado,
 
no veo otro remedio 
que ir pisando luceros.


CREPÚSCULO
 

Si se lo tengo dicho,
 
al jazmín de mi verja, 
que me tenga respeto. 

Pero llega la noche,
 
se abre la vieja herida.
*
Pasa un monje: un dominico o quizá un mercedario, con un hábito blanquísimo. Es joven. Se siente a su alrededor la gravitación de otro tiempo, un resquicio de eternidad. O de alegría. O de ambas. El hábito flotaba, porque caminaba a buen ritmo, y nos rozó a todos.
*
La pareja de mi asiento sube la voz. Discuten del nacionalismo catalán. La mujer, partidaria de España, digamos, y de Madrid, en concreto, donde ella se siente como en casa, a pesar de ser manchega. Él decía que no, que no sentía nada por España, que él era manchego puro. Y que entendía a los catalanes [sic, pero quería decir " a los catalanistas", claro]. Llega a ser de otro sitio y yo hubiese dudado, pero manchego puro no fue ni don Quijote, así que el hombre estaba desesperado, dispuesto a despeñarse ya, a discutir un poco de cualquier cosa con tal de dejar de ser reñido por su romántica compañera. Otra señora se sumó a la conversación y dijo que ser español es sólo una circunstancia. Y yo entonces no me pude resistir y dije que sí, que una circunstancia, pero también, para mí, un honor y que claro que no era mérito mío. Lo mío era tratar de estar a la altura. Supongo que el manchego pensaría: "Ahora el tío, encima, viene con recochineo, y me hace esto". 
*
Yo soy yo y mi circunstancia, pero prefiero mi circunstancia. De hecho, en este viaje a Madrid me he preguntado varias veces: Si yo me conociese, ¿me caería bien?
Pasó de vuelta el monje y otro del coche (habíamos degenerado ya en una tertulia animada y transversal) observó lo bien acompañado que iba el monje, eh, eh, guiñándonos. Y sí, iba con una chica muy guapa. Yo, que por supuesto me había fijado antes y mejor (¡bueno soy yo!) repliqué al vuelo: "Debe de ser su hermana, porque se parece mucho, en más guapa, y además va que no cabe en sí de orgullo". Alguien me dio la razón.
*
A ver si llegábamos pronto, pensé un poco abochornado, porque ya estaba yo como don Marcelino Menéndez Pelayo: "católico a machamartillo y español incorregible".
*
Al llegar a Jerez, se bajó la pareja manchega, y se despidieron muy cariñosos. Yo intenté atisbar un brillo de rencor en los ojos de él, pero no. Me lo perdonaba todo, supongo que arrastrado por el alivio de la liberación y por la esperanza de reunirse, al fin, con sus amigotes. Le(s) deseé un fin de semana muy feliz en la tierra.
*
Llegué a casa y no había grillos, ay, pero me estaban esperando para cenar. ¡Y de cena..., tortillas de patatas! No dije nada de nada y me comí lo que me tocaba, pero no es virtud, eh, no os engañéis, sino que la tortilla de patatas me gusta muchísimo, gracias a Dios.


viernes, 8 de enero de 2016

Ida


"Ojalá fuera cierta la armonía / entre mi corazón y los avances / tecnológicos", leo a Juan Antonio González Iglesias, nada más dejar un tanto desesperado en el asiento de al lado del Alvia, que todavía va vacío, uno de los gadgets que me han traído los Reyes, y abrir el libro de papel. Es Confiado, y también me lo han traído los Reyes.
*

Hay que tener cuidado con el ensayito de Byung-Chul Han, El aroma del tiempo, no caiga en manos de ciertos poetas. Lo pienso porque qué bonito lo que cuenta de que los chinos tienen, junto al reloj de arena, el de sol y la clepsidra, un reloj de aroma. El mecanismo es quemar un dibujo de incienso, que tarda un tiempo medido en arder y mientras lo hace llena de olor el espacio. Cuando acaba, las cenizas han dibujado un verso. Me temo que algunos poetas harían enseguida un poema, y el poema ya está, en el reloj de aroma, en cómo lo cuenta Byung-Chul Han. Hay que evitar redundancias.

*
Me sucede justo lo contrario de ese poema de José Luis de la Cuesta que tanto le gusta a Abel Feu. Lo reconstruyó de memoria: De todas las chicas hermosas/ que entraron en el tren/ ninguna se sentó a mi lado/ nunca. [Cuando llegue a casa pondré la versión exacta.] Entra una chica hermosa de esas que se sienten venir desde dos coches del tren más allá, se acerca, se acerca, y, ea, se sienta a mi lado.
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A pesar de todo, voy a tomarme un café. Allí una pareja talludita, haciéndose carantoñas adolescentes y secretitos al oído y hasta mordisquillos en la oreja. Yo remuevo el café y mis dudas: ¿cómo era el amor, ciego o tan perspicaz que ve lo que nadie más? Es una duda bizantina, porque el efecto es el mismo en ambos casos y yo me alegro por ellos.
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A la vuelta, una familia que cogió el tren conmigo en El Puerto y me fijé porque eran muy monos, el matrimonio y los tres hijos, el marido americano, ella española, a la vuelta a mi asiento, digo, los cinco de la familia dormidos, apoyados unos contra otros. Me pareció una imagen bellísima (y apacible, por supuesto) del amor familiar.
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Un anciano escucha en su smartphone y con sus cascos vídeos de rancheras de Rocío Dúrcal.
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El día nublado. Tiene el detalle de guardar la luz del amanecer para los dormilones.
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Mi compañera de asiento estudia lo menos ingeniería química. Ha sacado unos apuntes complejísimos y una calculadora del tamaño de un IPadPro. Supongo que es la ley del equilibrio: yo, sin embargo, leo poesía y me asomo al paisaje bellísimo de Sierra Morena.
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Y pienso en Leonor. Y como una cosa lleva a la otra, se me ocurre este poema.


CONYUGALIA 

Si vieses lo que te quiero
en cuanto salgo de viaje...,
¡no me mandabas tú lejos! 
Paradoja: cuando me pongo a leer el periódico, dejó de escribir estas notas. Me embebo. Me embobo.
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De pronto, mirando de reojo, caigo en que esa moda de los pantalones rotos puede que no sea talmente puro feísmo y menesterosidad. ¿Cabe que sea una nostalgia secreta de la falda?
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El peor achaque de la edad es la envidia. Qué vicio más de viejo.
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A la salida del tren saludo a Juan Marín, líder de C's. Viene a un consejo nacional o como se llame a analizar los resultados. Apuesta por que se repetirán las elecciones. Coincidimos en que a C's no le conviene. Cuando nos separamos, pienso, rabioso, que le tenía que haber preguntado por las intenciones de Susana, él que la trata y apoya. Así no voy a sacar un buen periodista de mí ni aunque me la pongan, como ha sido el caso, como a Fernando VI.

Luego me consuelo pensando que ha sido un gesto de buena indicación innata, que esa pregunta habría sido una grosería. Y todavía más: tampoco habría sabido qué contestarme, porque qué sabe nadie.
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Como solo. Como medio restaurante. Y compruebo la compañía que nos hacemos los solitarios, una compañía tensa, pero entrañable.
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Se me ha perdido el pen en el que traía el material para la conferencia. Tengo que bajármelo de la nube, pero no el preparado para ésta, sino la materia prima, y en una parte me equivoco y bajo la materia oscura, un primer borrador muy antiguo. Encima, con los nervios me confundo y voy a toda pastilla y me disculpo por alargarme y cuando acabo con la frase final que llevaba preparada, un contrafactum del extraordinario final de La fierecilla domada ("Pues muy bien, adelante, has domado una fiera. a--Perdonad, el milagro es que ella consintiera") que rezaba: "Pues muy bien, acabamos la conferencia entera;/ aunque el milagro es que ustedes atendieran". Cuando digo eso, tatachán, final..., me dicen que todavía queda una hora, ¡una hora!, de conferencia.

Más tarde, en la cena, alguien me hará un regalo maravilloso y dirá, a modo (¡encima!) de excusa: "Hay más alegría en dar que en recibir"; pero ahora, ante esos alumnos desconocidos ante los que acabo de representar el auténtico tópico del poeta desastroso, me alegro del regalo de su misericordia. Y de su inteligencia, pues en la hora de tertulia que irremediablemente sigue me demuestran hasta qué punto han entendido y hacen aportaciones muy valiosas en la línea de la interpretación que les he propuesta. Como Borges cuando salió de una representación malísima, pero resumió: "Al final, Shakespeare se abrió camino", eso pasó esa noche: "Shakespeare se abrió camino a pesar de mí". Pocas veces he salido tan contento con tan poco motivo de orgullo personal.


jueves, 7 de enero de 2016

La fortaleza



Se acaban las vacaciones y me faltan las fuerzas para subir la cuesta de enero. Obsesivo, resuena en mi memoria el verso de César Vallejo sobre su padre: "Si hay algo en él de amargo, seré yo". Veo a mis hijos tan contentos, a mi mujer --aunque me esté mal decirlo-- también, que me miro y me recito: "Si  hay algo aquí de amargo, seré yo". 

Por un instante, he sentido la vergüenza de ser el punto flaco (es, obviamente, una metáfora) de la familia. Hasta que ha venido Chesterton en mi ayuda. Gilbert nos recordaba que una cadena es tan fuerte como lo sea su eslabón más débil. Por tanto, en efecto, la solidez de mi casa, depende ahora del sobrepasado padre de familia, como tiene que ser. Y me crezco. Reconocer mi cansancio ha terminado siendo un acicate, aceptar mi debilidad, asumir una responsabilidad. 

Pero esta vez la responsabilidad no me pesa, me sostiene.

miércoles, 6 de enero de 2016

Otra poética


Colgaré otra vez un dibujo de Carmen, pero esta vez con más excusa que mi desbordado fanatismo paternal. 

Se trata de un dibujo de los Reyes Magos en el que ha pintado, obsérvese, a dos Reyes y, en medio, a mi hermana María, que es la tía (en los dos sentidos) que más se desvive por regalar en esta fecha. Y en todas.


Pero eso Carmen no lo sabe. No lo sabe. Y, sin embargo, en su dibujo lo muestra claramente. Eso es el arte, la poesía. Decir claramente lo que no sabemos, pero bien que es.

(Por cierto, gracias, María.)

lunes, 4 de enero de 2016

Colofón


Anoche me quedé hasta tarde trabajando en la antología de poemas al padre. Trabajando contrarreloj, como suelo. Me está provocando enormes emociones este encargo y a quién no, con versos como éstos:

XXXVI
    «El vivir que es perdurable  
no se gana con estados            
mundanales, 
ni con vida delectable     
donde moran los pecados                 
infernales;
   mas los buenos religiosos 
gánanlo con oraciones
y con lloros;       
los caballeros famosos,         
con trabajos y aflicciones  
contra moros.

Ni qué decir tiene donde me veo yo, sobre todo con los vapores de las altas horas nocturnas y trabajosas y con las aflicciones. Pero ninguna emoción comparable a la de esta mañana. En el folio en sucio que me acompaña en mis trabajos, donde emborrono mis notas y mis horarios, Carmen había dejado un mensaje y un dibujo, ambos extraordinariamente oportunos:


Ojalá en la editorial Renacimiento me permitan poner de colofón este burrito de Carmencita. Sería un acto de justicia, aunque un poco vanidoso.


domingo, 3 de enero de 2016

Poética



La única forma de escribir un poema nos la resumió en tres versos Jaime Sabines, tres versos de ese gran poema que es Algo sobre la muerte del mayor Sabines.

(Me avergüenzo de mí hasta los pelos 
por tratar de escribir estas cosas. 
¡Maldito el que crea que esto es un poema!)