sábado, 30 de abril de 2016

Instinto maternal



Leonor nunca puso pegas a mi acento hablando inglés. Se maravillaba de mi vocabulario y esas cosas. Pero ahora, con los niños delante, me corrige hasta extremos fricativos. A mí, que ya sabía que el acento no es un don que quiso darme el Heaven, no me extraña. Me pasmo ante la fuerza del amor. Del de novios, del de madre.


miércoles, 27 de abril de 2016

Foto



Estaba escribiendo sobre esta foto vertiginosa, cuando nos llegó un mensaje de me hermano Jaime que adjuntaba esta foto de mamá:


Con este comentario al que no tengo nada que añadir: "De esta foto me gusta todo".

Y, de pronto, sentí unos enormes cargos de conciencia. ¿Hemos sido lo suficientemente agradecidos a la fotografía? A la emoción y a la felicidad a raudales que nos ha dado.


lunes, 25 de abril de 2016

Modo


Ayer Leonor hizo esta foto, que le salió modo Sorolla:



En misa, luego, en la pradera, los niños jugaban por atrás y por el lado. Se tiraban dardos y practicaban esgrima con dos ramas. Bucólico, pero épico. De pronto, Carmen dijo algo a Quique, que estaba a unos tres metros, y todos los bancos de cerca se rieron. A mí no me extrañó, porque los veo graciosos por el mero hecho de existir. A la salida, una amiga me contó que Carmen había advertido a su hermano: "Quique, voy a dejar ya las flechas. Me pongo en modo niña".



sábado, 23 de abril de 2016

A 25 años vista


La lección magistral de la graduación de las alumnas de Grazalema de este año me comprometí (felizmente) a darla yo. Estaba seguro de que volvería la voz para estas fechas. Pero no volvió. Así que le pedí a mi hermano Nicolás que la leyese por mí, mientras que yo ponía el bulto en la mesa de honor.

Fue un acierto pedírselo a Nicolás. Un acierto genético, porque un hermano es casi tú.  Además, leyó muy bien.

Pero a mí se me ha quedado la pena de la lección magistral en play back. Por eso, les he prometido a las alumnas que, cuando celebren el 25 aniversario de su promoción, iré, si me invitan, a la cena y les daré la misma lección de viva voz. Yo creo que para entonces tendré las cuerdas vocales niqueladas.

Tengo además otro interés. Me contaron que estaban muy contentas de la graduación, pero que les daba muchísima melancolía dejar el colegio. Todavía se sentían muy pequeñitas. Eso —no pude resistirme a susurrarles haciendo una excepción a la regla— les pasará toda la vida: a mí me pasó en COU, en la Universidad, en el primer trabajo, en la boda... Siempre sorprendido de mi juventud y de mi falta de madurez. Sólo ahora que se acercan los 50 años empiezo a verle de lejos las orejas al lobo. Se rieron, incrédulas.

Estoy seguro de que en la fiesta del 25 aniversario siguen viéndose jovencísimas. Y siéndolo.


viernes, 22 de abril de 2016

Bibliomancia al revés


No soy yo el que adivina el futuro con los libros, sino ellos los que me explican mi pasado inmediato. Ayer, metí una o dos patas. Abro el primer libro de la mañana, y allí advierte san Josemaría Escrivá de Balaguer: "Hay que ser más fijones". O sea, que tengo que estar más pendiente.

Caigo por la pendiente de la autoimprecación. Y cuando abro Memorias de África, esto de la baronesa: "El orgullo es la fe en la idea que Dios tuvo, cuando nos hizo".

La fuerza con que lo leo me interpela me distrae de lo que leo. Pero, exigiéndome, me consuela.


jueves, 21 de abril de 2016

Ahí detrás



Contaba con mucha gracia Juan Espinosa que su padre, obsesionado con trasladar a su novela los giros y las entonaciones de una joven, dio por verse con ella con una grabadora. Años más tarde, dijo ella: "Y aquella obsesión que le entró a Miguel por las grabadoras, ¿sabéis por qué fue?"

Mi hijo Quique, como me oye contar lo de "Somos españoles" con gran éxito de público, me ha preguntado si no lo grabé con el teléfono. Querría verlo para tratar de coger el chiste ese tan celebrado. Le he dicho que lo intenté grabar con las palabras.

Y eso es lo que voy a tener que hacer con lo de anoche, a falta de grabadora y de vídeo. El amigo que vino a visitarme charlaba y charlaba, aprovechándose de mi mudez. Como yo vivo en la autarquía, me contaba cosas de conocidos y de saludados comunes que me hacían abrir la boca en una gran oh muda de asombro, grito sinestésico.

Puse en mi libreta: "¡Qué historias, tú; qué vidas!"

Y dijo, sin soltar la copa de vino, soltando el pulgar un poco para señalar, y apenas sin volverse, con una gracia que no podrán retener mis letras: "Más historias que todos esos libros de ahí detrás".

(Pongo al menos la foto de las estanterías de detrás:

)

miércoles, 20 de abril de 2016

Hasta los amores felices desgarran el corazón


Me gusta tanto la lluvia que desde pequeño estoy llorando el desperdicio de la lluvia, tan dulce, sobre el mar, tan grande, tan hondo, tan salado, tan indiferente. He dado un paso más y esta noche he lamentado la lluvia en la oscuridad, sin que puede verse su plata vieja oscureciendo, matizando y ahondando los verdes del jardín.

La lluvia de noche es una tinta china. (Y eso me ha consolado.)



martes, 19 de abril de 2016

Hedonismo virtuoso


A pesar de todos los santos consejos de amigos, conocidos y saludados de que aprovechase el silencio para crecer en vida interior, como un cartujo, yo desconfiaba, adiestrado en la contemplación en medio del mundo. El silencio absoluto como herramienta espiritual me era ajeno. Tras estos meses, he de reconocer que estaba equivocado. El silencio para la oración se puede conseguir ipso facto en el momento de ponerte a rezar, pero el silencio vital, mantenido, sí sirve. Para algo inesperado. Para perdonar del todo a los que alguna vez te ofendieron (que no te habías dado cuenta tampoco de la herida abierta). Quizá su gran virtualidad para la virtud sea refleja: como perdonamos por fin a quien nos ofendió, podemos aspirar a ser perdonados del todo. ¿Y por qué funciona tan bien para perdonar? Porque el silencio es delicioso y placentero y todo es poco; y el rencor es un ruido. Un ruido insoportable.


domingo, 17 de abril de 2016

¡Somos españoles!


Anoche fuimos a cenar con los niños a un japonés. Se estrenaban. Carmen, tan novelera, lo probó todo, algas incluidas, y, más o menos, cenó. Quique era más escéptico, lo que demuestra un firme criterio propio, porque su madre y yo somos entusiastas. Al oído, en la entrada, me confesó que el olor no le apetecía nada.

Luego lo probó todo y no dijo "no me gusta", pero no comió ni un grano de arroz. Lo único que le divertía eran los palillos. Y veía con decepción creciente lo que llegaba a la mesa. Concibió esperanzas cuando oyó la palabra "salmón", pues al horno es uno de sus platos favoritos, pero cuando lo probó no pudo ocultar su fastidio, aunque callaba. Al fin, cuando el atento camarero estaba recitándonos la carta de postres, no pudo más y comenzó a gritarle: "¡Somos españoles! ¡Somos españoles!" A Leonor no le hizo especial gracia, pero yo no podía aguantarme la risa.

A la salida estaba muy contento y yo pensé que era por el aire fresco, sin olor a soja. Pero me confesó que había distraído, "sin que nadie se diese cuenta", sus palillos. Se ve que la criatura nos ha salido española hasta lo carpetovetónico.


sábado, 16 de abril de 2016

Haiku a dos manos


Ves media luna 
y yo, a tu lado, media. 
¡Es luna llena!



Nunca "Me aburro"


Carmen ha cogido en clase el tic preadolescente de decir "Me aburro". Yo me espanto. Recuerdo el recuerdo de la infancia de mi admirado y querido Max Jacob: "'Mamá, me aburro' . 'Hijo mío, sólo los idiotas se aburren'". Pero me parece una terapia de choque demasiado frontal para mi niña. Y le recito el poema de Javier Almuzara:


Mirando las nubes 
el hombre se asombra 
y el burro se aburre. 

Le encanta. Dice, entusiasmada: "El burro rima con aburre". Yo prefiero dejar las diferencias entre rima y aliteración para otro día, aunque Carmen me recuerda que ambas tienen el mismo efecto efervescente.

Tanto le convence el poema que se lo toma en su máxima literalidad y se pasa el camino entero hablándome de las nubes con fervor: "aquella es gris, mira qué baja esa otro, y cómo sube la de atrás..."

Lo único que espero es que el lunes no lleve el asunto del aburrimiento a las urnas de su colegio (electoral).


viernes, 15 de abril de 2016

De compras


Como sigo sin poder hablar, Leonor me llevó de compras. Era el chiste de Olafo, aunque los nudos estuviesen en las cuerdas vocales: 



Y en la garganta, porque no me espera que me alargasen el silencio. Estaba convencido de que ya me darían el alta. Así que Leonor hizo, con lo de llevarme de compras, una obra de caridad. Aprovechó los nudos, que es un ahorro considerable de esfuerzo, sí. Y me dio una ración doble de lo mejor que han tenido estos meses de silencio: oírla. Asintiendo, por supuesto.


jueves, 14 de abril de 2016

El nihilista esperanzado


Mi rubaiyat preferida entre las recientemente editadas de Fernando Pessoa es ésta:



Dos veces al año, dice quien lo sabe, 
en Nishapor, donde mi mundo cabe, 
florecen las rosas. ¡Que sobre mi sepulcro 
ese doble milagro nunca acabe!

Conociéndome, alguno pensará que la escojo porque el mundo de Pessoa cabía en Nishapor, como el mío cabe —y más, últimamente— en mi cuarto y sus alrededores, como diría Xavier de Maistre. No. O no del todo. O no, sobre todo. Me apasiona por ese anhelo de inmortalidad que el nihilista acérrimo no pierde. Y se agarra a las rosas florecidas dos veces al año. Es más que suficiente milagro: es doble. Que viene a ser una inmortalidad auténtica lo demuestra esa palabra escogida: milagro. Desde luego, tiene el aroma.




martes, 12 de abril de 2016

Si vais a la felicidad


"Si vais a la felicidad, llevad sombrilla" es una greguería de Gómez de la Serna que me gusta tanto que la asciendo a aforismo moral. Sin embargo, ahora que estoy en la gloria (en la gloria silente), he recordado que siempre sostuve que la protección solar era cosa de chicas, que las sombrillas, de puretas, que las gafas de sol, de madrileños y, si no miraba al sol de frente como las águilas, era porque las águilas no lo miran de frente, en realidad. Con lo de las sombrillas y con los años he hecho una excepción, pero el espíritu es el mismo de antaño. Y, aunque me quito el sombrero (¡también el sombrero, fuera sombreros!) ante la greguería de Ramón, a la felicidad voy sin sombrilla, a cuerpo. Prefiero tostarme.








lunes, 11 de abril de 2016

Imagen


Como uno de los propósitos de mi curso de retiro es ser más ordenado, en cuanto llegué a casa, subí a deshacer la maleta. Y nuestra cama, con mi parte perfectamente hecha, plisada, sin una arruga, y la parte de Leonor usada y revuelta, me dio un vuelvo al corazón.

Qué imagen de la soledad. Incluso de la viudez, si he de ser sincero.

A pesar del impacto, deshice muy bien la maleta, lo que me permitió albergar esperanzas sobre la firmeza de mis buenos propósitos.


sábado, 9 de abril de 2016

martes, 5 de abril de 2016

lunes, 4 de abril de 2016

Prospectivo



Pasa Carmen, y Quique, sin que medien más palabras, le dice bajito: "¡Chivata!" Carmen, ofendida injustamente, me dice: "¡Papá, Quique me ha llamado 'chivata'!" Y Quique, cargado de razón, zanja: "¿Lo ves?"





domingo, 3 de abril de 2016

Cualquiera tiempo pasado


Ayer no más celebrábamos por todo lo alto la aleluya de los cajeros. Pero todo, hasta lo más nimio, va a peor en estos tiempos y este el rollo idiota e inquietante que sueltan ahora las otrora líricas pantallas no tiene un pase:


viernes, 1 de abril de 2016

Recuerdo de un lector infantil


Tengo tan mala memoria que cuando Paula Fernández de Bobadilla me preguntó por un recuerdo de lectura de mi infancia, hice una pirula. Y, en vez de hablar de un recuerdo mío infantil, hablé de algo (la cinta de un libro) que traía un un recuerdo infantil, pero que yo había visto anteayer. Recurso de amnésico. 

Ahora, sin embargo, me ha venido una imagen. En el piso de mis abuelos maternos, en Murcia, leyendo. Íbamos todas las Navidades y todas las Semanas Santas. Mi madre era hija única, así que no teníamos primos hermanos, y no estábamos acostumbrados tampoco a los límites de un piso ni de una ciudad. Hasta la horrible adolescencia, aquello era una novedad maravillosa. Y yo, allí, libre de mis clases de tenis y de judo, leía más que nunca.

Recuerdo el sofá, el sol murciano, más dorado que el de aquí, entrando por los ventanales, la vista de la plaza de santa Isabel:



(Qué maravilla internet. La he encontrado tal y como la veía. La casa de mis abuelos estaba a la izquierda de la foto, mirando de frente al banco de España que se ve a la derecha. Pero ése era el enlosado, donde se patinaba (yo no) muy bien. Y esos, los seiscientos y el tráfico. Veíamos de cerca a esta señora, a la que llegué a cogerle mucho cariño, aunque nos daba la espalda:



Y ya me entró el veneno de ver la casa, que ya no es nuestra, y ahí la encontré, el piso amarillo al lado del incendio, el piso al que casi llegan los árboles.



Podría intentar una metáfora sobre la memoria calcinada, pero no hoy, que reverdece.)

Estábamos en la lectura infantil, en el sol, en el sofá, en la agradabilísima sensación. Y, de pronto, empiezan a sonar algunos de los relojes que mi abuelo tenía por su casa. Y ése es mi recuerdo: la mezcla de lectura, placer, sol... y el tiempo, siempre el tiempo, ya el tiempo, entonces, como telón de fondo. Como daban también los cuartos, y no estaban perfectamente sincronizados y yo estaba embebido en la lectura, aquello era un continuo campanilleo, una fiesta.