martes, 31 de octubre de 2017

Notas y flechas


Cometí el error de explicarles a los niños a cuánto les pagaría el sobresaliente, a qué el notable, a nada el bien, y cuánto me deberían ellos a mí por un aprobado, más por un suspenso y muchísimo más por un suspenso con mala actitud. Les encantó la contabilidad.

Ahora Quique ha traído unas notas estupendas, pero que suman poco, digamos, aunque estamos muy orgullosos. Pregunta por su salario y le digo que no hay saldo, pero que tiene que estar contento porque las notas son como flechas y las acaba de disparar y van a ir hacia arriba, hacia arriba.

Se nota que he estado releyendo a Julio Martínez Mesanza.

Pero parece que el que lo ha leído es el él, porque me objeta: “Pero las flechas luego se caen”.



No se me ocurre más que tirar de mística: “No, si dan en el blanco y allí se clavan, vibrantes. La flecha de nuestra vida tiene que dar en todo el centro del sol, para que no caiga nunca”. Se va, satisfecho, y yo me quedo más convencido que nunca de que sólo la santidad nos salva, incluso de nuestras metáforas de autoayuda.






sábado, 28 de octubre de 2017

Nuevo género literario


A los congresos anuales de la Fundación Caballero Bonald vienen siempre los mismos ponentes, viejos amigos de la casa. Con algunos novedosos invitados según los temas, por supuesto, pero el grueso son los perennes, apoyados por otros, cíclicos. Eso tiene sus ventajas, porque hace dos o tres años, José María Merino recomendó vivamente la lectura de Calila y Dimna, que me compré de inmediato, y este año la ha vuelto a recomendar y ya  tenía el libro, sin leer, ay, esperándome en casa. 

Había venido más veces Fernando Valls, pero , no sé si por la edad que va cumpliendo o porque se hablaba de la narrativa corta y ése es, por lo visto, su dominio, esta vez ha estado un tanto tiránico, irrumpiendo en las mesas redondas y cambiando, incluso, el tema de su conferencia para aclarar errores que habían perpetrado los ponentes anteriores y para que nosotros no podíamos llevarnos puestos.

Advirtió que es un error garrafal confundir el cuento breve con el microrrelato, no digamos  con el chiste, que es algo que ya no tiene ninguna gracia. Calificar a la narrativa breve por lo breve (así más o menos lo dijo, con ese oxímoron de libro) es fatal. El microrrelato jamás lo es por micro, sino por su concisión y precisión. No sé qué pensará un novelista de que la precisión le sea un territorio vedado, pero, por lo visto, es la clave del microrrelato, que ya, si acaso, implica la brevedad por causalidad. Y, por supuesto, tiene unas peculiaridades estructurales que serían muy largas de explicar. Andrés Neuman, aunque mezcla en sus libros microrrelatos y relatos, ha zanjado, dijo Valls, con mucha brillantez (Neuman) que son géneros absolutamente distintos.

Quiero puntalizar que Valls dijo cosas muy ilustrativas y que me encantó oírle, eh. Y, además, de su exposición saqué que los cuatro géneros estrictos que conforman la narrativa: el microrrelato, el cuento, la novela corta y la novela, podrían perfectamente convertirse en cinco, si se atendiese a la propuesta que expongo a continuación. De ese modo, yo haría también, a la chita callando, una contribución a crítica literaria y a la preceptiva.

El quinto género sería la trilogía o, si se prefiere, la serie novelística. Por supuesto, la extensión no sería lo decisivo, qué va, sino una consecuencia de su estructura. Consistiría en crear personajes tan bien perfilados que sean capaces de desarrollar argumentos distintos y cerrados, sin perjuicio de una leve evolución que se desarrolle de trama en trama. Esa contradicción entre personajes abiertos y argumentos cerrados daría mucho juego teórico. Si en el microrrelato, la intertextualidad es clave, en la serie la clave es la introintertextualidad, esto es, las referencias a otros libros de la misma serie. Si en el microrrelato el ingenio del lector es fundamental; aquí, en la serie, lo es su memoria sentimental y su conocimiento previo de las entregas anteriores.

Lo escribo en broma, pero lo pienso en serio. Con una buena beca universitaria, en tres años, hacía yo una tesis sobre la cuestión que quedaría de miedo en los congresos literarios del mundo. 


Conyugalia


El matrimonio es un equilibrio maravilloso. Observo que Leonor está más preocupada por Quique, que llora porque no se quiere bañar, que por la cuestión catalana. Me cuesta dar crédito. Luego, en la cena, yo, como un padre decimonónico y severo, tengo poca paciencia y me enfado por cualquier cosa. Empieza uno haciendo dejación de autoridad en los modales en la mesa y se acaba con un DUI. Mi mujer pone la paz sobre la mesa, el diálogo, los plazos y hasta el seny. Me parece muy bien que ella no sufra por España como yo. Y me parece bien, dicho con toda humildad, que yo esté de este humor de perros. Así mis hijos aprenderán que la patria es una cosa muy seria y que una madre es una cosa segura y no hay más que una.



viernes, 27 de octubre de 2017

Mi hermano expone su fortuna


En el estanco de al lado de la farmacia de mi hermano ha caído un premio millonario y en la fotografía de la celebración mi hermano y mi cuñada posaron con nuestro amigo y lotero Diego Terry. 




Se han desatado los rumores de que el afortunado era mi hermano, y ha sido un sinvivir de llamadas y dimes y diretes. Al final, mi hermano ha reconocido que sí, que es el afortunado. Ésta es su carta de confesión, escrita supongo desde el móvil, para instagram, así que ya le disculparéis la ortografía, que se la disculparéis, ya veréis...




NO !!!,NO ME HA TOCADO A MÍ ESE DINERO!!!!... estoy en la foto , pero por qué a mí me tocò la lotería otro año , en el que nací .Me tocó la lotería con la madre que me pario , y mi padre que le acompañó .Y la lotería con mis hermanos , enrique , Maria y jaime .( y la pedrea con mis cuñadas )Lotería con mis suegros y mis cuñados .(y mis sobrinos )Lotería la de mis amigos del colegio , de toda la vida , a los que ya no puedo engañar .Me tocó la lotería cuando mi mujer me dijo que queria ser mi novia , y más tarde mi mujer .Me toca la lotería cuando mis amigos quieren pasar un rato agradable y vienen a mi despacho del bar centro .Me tocó la lotería al descubrir la pesca y el viento propulsor .Me tocò la lotería , como no , con mis hijos , Nico , Luisa y Beatriz , y cada uno con su forma de ser , de estar y de vivir .Me tocó la lotería cuando en granada , allí también jugué, topé con Jp, foco, Mauricio , paco Eladio , y dos repes , Ori y negro .Me tocó la primitiva o lotería cuando francis me invita a pescar a Conil, y cuando nacho se ofrece a venir .... SIEMPRE !! Es incondicional .Me tocò la primitiva al trabajar todos los días en contacto con muchas personas , todas variadas y con sus circunstancias a las que en cierta medida puedo ayudar y si no .... escuchar .En fin , ya sabéis , no me ha tocado el dinero , por qué además eso está "más cerca de ser el problema que la solución " y de los premios de mi vida ya os he hablado algo.

jueves, 26 de octubre de 2017

Delgadina

Ayer en Jerez, Aparicio y Merino nos estaban contando cuentos y transcurría la tarde maravillosamente. Cuando parecía imposible, subimos otro escalón. José María Merino recitó de memoria el romance de Delgadina, en una versión mejor aún.

El romance es maravilloso. Eso se sabe.

Pero había otra emoción: la memoria. Ese suspense de que en cualquier momento el recitador puede quedarse (oh, no, no, por favor) en blanco. Y sobre ese riesgo, otro descubrimiento: la rima. Como las alas permiten volar gracias a su peso. Se veía que sostenían en el aire a la memoria que sostenía al romance, pero a la vez sentíamos su riesgo: cualquier fallo de la memoria quedaría sonoramente denunciado.

La sed de Delgadina era la nuestra por el romance que nos saciaba y nos daba más sed.


miércoles, 25 de octubre de 2017

La periferia


Como me da vergüenza echar la lotería en mi barrio, como reconociendo una avaricia desbordada e injustificada, o una necesidad superflua, suelo irme a la periferia a echar la lotería. Lo hago porque creo que yo haría un millonario la mar de apañado, no por otra cosa, pero, mientras tanto, me parece impúdico, casi pecaminoso, sellar mis boletos a la vista de todos. Lo cual es muy comprensible, pero para mayor castigo no deja de tocar en la administración de mi barrio.





martes, 24 de octubre de 2017

Una nueva lectura


Cada lectura es novísima. No sé por qué nos atrevemos a hablar de relectura. En esta de El rey Lear dos cosas. 

Qué razón tiene la malvada Regan: "Las burlas a menudo resultan profecías". Medio en broma, le puse a Carmen de nombre secreto Cordelia , esperando que resultase la hija perfecta, como es, pero sin imaginar, ay de mí, que me saldría tan poco aduladora de su padre como su shakespereana patrona. Y ha salido clavada.

La segunda cosa es que un detalle anecdótico ha trastocado del todo mi lectura. Resulta que Kent tiene exactamente mi edad:






No es sólo la edad, sino los efectos de la edad, además. Me he sentido (vanidosamente) identificado con el personaje. Qué emoción cuando se describe como un peón que pone, como don Rodrigo Manrique [esto lo digo yo], su vida en el tablero tantas veces por su rey verdadero. El acierto de Shakespeare está en concretar que es un peón, con humildad y muchísimo valor. O cuando él se describe fiel hasta extremos que un esclavo desdeñaría. Y con qué furia y gracia insulta. Parece el capitán Haddock.

Me he pasado la obra buscando a Kent por todos lados como un ejemplo de la actitud que debe tener un hombre de mi edad, y me ha animado mucho. Cuando he terminado, me he ido a buscarlo, y me lo encontrado así de gallardo en un dibujo de Mstislav Valerianovich Dobuzhinsky, y me he alegrado mucho:







viernes, 20 de octubre de 2017

Sois poco razonable, Eminencia


Ojalá la Iglesia, cada vez que la llamasen "anticuada y ritualista", se acordase de inmediato de Ricardo III, de Shakespeare y de la suerte atroz del pobre niño. 

No leemos a Shakespeare y así nos va.


jueves, 19 de octubre de 2017

Lo mejor es el agua


Por la noche, me despertó la tormenta, pero no me levanté a mirar por la ventana, y ahora me arrepiento. Tuvo que ser un espectáculo. Fueron 50 litros por metro cuadrado en menos de dos horas. A la mañana siguiente, era un espectáculo, pero dantesco.

En mi despacho había una gotera generosa. En principio, me fastidió, porque las humedades son los fantasmas de las casas de clase media. Pero cuando mis niños se despertaron se entusiasmaron con la novedad. Saltaban sobre el charco. Y pusieron un cubo. Y se subían a una silla para tratar de tapar con sus manitas y sus risas el agua que caía. Quique, que suele querer una porción de dibujitos animados cada mañana, contra mi criterio. Ayer decía: "La televisión es un rollo". Una buena gotera es mejor.

Encontré después la causa. La terraza de nuestro dormitorio se había atascado y estaba como una piscina. Entre descalzo y quité la tapadera del desagüe. El agua caía haciendo un rugido violento, en un laberinto furioso, como un maelstrom de película que amenazaba con chupar al absorto y divertido hombre de los pies mojados.

La ducha parecía seca, en comparación, y apacible.

Ya con más ánimo, me monté en el coche. Le había entrado un palmo de agua. De modo que iba conduciendo arrullado por los murmullos de un arroyo. Frenaba y creaba una ola que se venía hacia adelante. Luego, según las curvas y los frenazos, el agua hacía sonrientes remolinos o vaivenes barrocos. Pensé en la poesía de la dinámica de fluidos y en la belleza de la física.

Llegué al trabajo con los pies mojados, pero contento. Había llevado la radio encendida con las noticias, pero no había escuchado nada.


lunes, 16 de octubre de 2017

Mala conciencia


Para que no se me caigan los artículos, tiro últimamente mucho de las redes, y allí, una inesperada inquietud. Cuando me sigue un sacerdote, me parece muy bien, me pongo muy contento. Si lo hace un periodista famoso, lo celebro. Si un viejo amigo, me reconforto. Y así. Pero si me sigue un poeta, incluso un poeta joven, siento la comezón de la mala conciencia. Se ve (me lo señala mi sistema nervioso) dónde está hoy por hoy mi mayor infidelidad.


jueves, 12 de octubre de 2017

Meses


Llego al hospital a ver a mi padre con esa urgencia con la que nos aguza la mala conciencia de no estar siempre al lado del enfermo. Llamo a la puerta mientras entro. Están mi padre, en la cama, y mi madre, de pie, al pie. Corro a dar un beso a mi padre, que me sonríe con estoicismo. Mi madre, disimuladamente, como suele, me da unos golpecitos con la mano en el muslo, con su mano preciosa, de largos dedos. Lo hace como siempre: con un poco de angustia teatral y con el telón de fondo de su humor inaccesible al desaliento. Yo me pongo a pensar a toda prisa, divertido, qué querrá que no diga delante de mi padre. ¿Qué metedura de pata estoy a punto de perpetrar esta vez? De pronto, caigo. Me quiere señalar la extravagancia de que esté aquí, con nosotros, tan tranquila, cuando hace ocho años que murió. No quiere que haga demasiados aspavientos. Pero le fallo. De la impresión, me despierto. 

Y garabateo en el móvil este tanka:

Desde hace meses 
no soñaba contigo. 
Los mismos meses 
que se han pasado sin 
escribir un poema.



martes, 10 de octubre de 2017

Roncar


El pecado original puede oírse en plena acción en los ronquidos. Nada más inocente que el sueño, que demuestra, además, una conciencia tranquila y una actitud confiada. Bien. Pero aún así, los ronquidos estentóreamente nos dicen que no todo es perfecto, que en la propia naturaleza hay algo que rechina, y cómo, algo dificultoso y resonante. Y el desvelo que producen en quien lo escucha, en medio de la noche, en la quietud, alcanza una dimensiones metafísicas.


lunes, 9 de octubre de 2017

Enamorarse de leídas

Un amigo, cómo, un hermano, se enamoró de la protagonista de un poema de José Mateos. Y buscó su apellido en la guía telefónica de Cádiz y llamaba a las casas de los Reis preguntando por Julia. Yo creo que un poco también enloqueció de amor Loquillo, en vista (oídas) de lo bien que lo canta:


Yo no me enamoro de nadie más que de mi señora, por supuesto, pero he pensado que me gustaría tener un hermano soltero o un amigo para ayudarle a buscar a la chica que leía a Shakespeare en el AVE con una bandera de España. Me parece la mezcla perfecta, un cocktail exquisito: el patriotismo suficiente como para movilizarse y, a la vez, la sabiduría de quedarse quieta, de no salir de su Shakespeare, es más, de su Venecia. Españolismo anglófilo con lo mejor de ambos, y con el buen gusto, encima, de salir, bellísima sin necesidad de adjetivos, en un artículo de Montano.

domingo, 8 de octubre de 2017

Humor y genes


Se mueren de risa mis hijos, pero retorciéndose, al ver que el libro dice que el monstruo era mitad león, mitad cocodrilo y mitad hipopótamo. "¡Cómo puede ser mitad tres cosas, qué locura!", se parten. Y yo con ellos, y recuerdo que alguna vez he hecho esa broma en algún artículo mío, sin ningún éxito. Debe ser que el sentido del humor de cada uno también se hereda.

sábado, 7 de octubre de 2017

Matiz



Me encantan los matices del lenguaje. Le pido a la jovencísima auxiliar de enfermería que ha venido a hacer la cama de mi padre que si puede cambiar las sábanas con las que me hago el sofá camá. Sí, claro. Le digo, colaborando: “Tenga las sábanas viejas”. Lo agradece, sonriente: “Vale, recojo, estas sucias y le doy unas nuevas”. Me choca, con lo limpio que yo soy, pero entiendo que a ella le haya chocado lo de viejas, con lo flamante que es el hospital. Le explicaría tranquilamente que para mí “viejas” no es, ni mucho menos, una calificación peyorativa, pero tiene prisa y se va.



viernes, 6 de octubre de 2017

La baba y la calle


El frente catalán me tiene muy distraído en todos los frentes, menos en mi frente arrugada. En cualquier caso, también da lo suyo y lo bonito para el blogg, aunque se me olvide venir  luego a contarlo. El sábado pasado íbamos a la concentración delante del ayuntamiento con nuestras banderas tremolantes de España y de los Tercios Viejos.

Leonor, que tiene una delicada alergia a los tumultos, a las banderas y los eslóganes, parte por timidez y parte por un sanísimo individualismo, al verme tan concienciado, declaró solemnemente: "Oye, yo a ti no te conozco".

Los niños, que corrían alrededor entusiasmados con las banderas al viento, le preguntaron: "Y a nosotros, mamá, a nosotros, ¿nos conoces?".

"Sí, a vosotros sí os conozco", profirió con absoluta solemnidad. Le faltó decirme: "A ti te encontré en la calle", pero se me cayó la baba igualmente.