martes, 31 de octubre de 2017

Notas y flechas


Cometí el error de explicarles a los niños a cuánto les pagaría el sobresaliente, a qué el notable, a nada el bien, y cuánto me deberían ellos a mí por un aprobado, más por un suspenso y muchísimo más por un suspenso con mala actitud. Les encantó la contabilidad.

Ahora Quique ha traído unas notas estupendas, pero que suman poco, digamos, aunque estamos muy orgullosos. Pregunta por su salario y le digo que no hay saldo, pero que tiene que estar contento porque las notas son como flechas y las acaba de disparar y van a ir hacia arriba, hacia arriba.

Se nota que he estado releyendo a Julio Martínez Mesanza.

Pero parece que el que lo ha leído es el él, porque me objeta: “Pero las flechas luego se caen”.



No se me ocurre más que tirar de mística: “No, si dan en el blanco y allí se clavan, vibrantes. La flecha de nuestra vida tiene que dar en todo el centro del sol, para que no caiga nunca”. Se va, satisfecho, y yo me quedo más convencido que nunca de que sólo la santidad nos salva, incluso de nuestras metáforas de autoayuda.






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