sábado, 28 de octubre de 2017

Nuevo género literario


A los congresos anuales de la Fundación Caballero Bonald vienen siempre los mismos ponentes, viejos amigos de la casa. Con algunos novedosos invitados según los temas, por supuesto, pero el grueso son los perennes, apoyados por otros, cíclicos. Eso tiene sus ventajas, porque hace dos o tres años, José María Merino recomendó vivamente la lectura de Calila y Dimna, que me compré de inmediato, y este año la ha vuelto a recomendar y ya  tenía el libro, sin leer, ay, esperándome en casa. 

Había venido más veces Fernando Valls, pero , no sé si por la edad que va cumpliendo o porque se hablaba de la narrativa corta y ése es, por lo visto, su dominio, esta vez ha estado un tanto tiránico, irrumpiendo en las mesas redondas y cambiando, incluso, el tema de su conferencia para aclarar errores que habían perpetrado los ponentes anteriores y para que nosotros no podíamos llevarnos puestos.

Advirtió que es un error garrafal confundir el cuento breve con el microrrelato, no digamos  con el chiste, que es algo que ya no tiene ninguna gracia. Calificar a la narrativa breve por lo breve (así más o menos lo dijo, con ese oxímoron de libro) es fatal. El microrrelato jamás lo es por micro, sino por su concisión y precisión. No sé qué pensará un novelista de que la precisión le sea un territorio vedado, pero, por lo visto, es la clave del microrrelato, que ya, si acaso, implica la brevedad por causalidad. Y, por supuesto, tiene unas peculiaridades estructurales que serían muy largas de explicar. Andrés Neuman, aunque mezcla en sus libros microrrelatos y relatos, ha zanjado, dijo Valls, con mucha brillantez (Neuman) que son géneros absolutamente distintos.

Quiero puntalizar que Valls dijo cosas muy ilustrativas y que me encantó oírle, eh. Y, además, de su exposición saqué que los cuatro géneros estrictos que conforman la narrativa: el microrrelato, el cuento, la novela corta y la novela, podrían perfectamente convertirse en cinco, si se atendiese a la propuesta que expongo a continuación. De ese modo, yo haría también, a la chita callando, una contribución a crítica literaria y a la preceptiva.

El quinto género sería la trilogía o, si se prefiere, la serie novelística. Por supuesto, la extensión no sería lo decisivo, qué va, sino una consecuencia de su estructura. Consistiría en crear personajes tan bien perfilados que sean capaces de desarrollar argumentos distintos y cerrados, sin perjuicio de una leve evolución que se desarrolle de trama en trama. Esa contradicción entre personajes abiertos y argumentos cerrados daría mucho juego teórico. Si en el microrrelato, la intertextualidad es clave, en la serie la clave es la introintertextualidad, esto es, las referencias a otros libros de la misma serie. Si en el microrrelato el ingenio del lector es fundamental; aquí, en la serie, lo es su memoria sentimental y su conocimiento previo de las entregas anteriores.

Lo escribo en broma, pero lo pienso en serio. Con una buena beca universitaria, en tres años, hacía yo una tesis sobre la cuestión que quedaría de miedo en los congresos literarios del mundo. 


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