lunes, 4 de diciembre de 2017

Memorialista (1)


Mi hijos saldrán memorialistas, ya verán. Mi profecía se basa en mi experiencia. A mi padre, en vez de cuentos, yo le pedía poemas. Y eso marcó mi destino. Mis hijos no me piden cuentos ni poesía, sino "historias de mi vida". Les estoy haciendo un repaso exhaustivo.

A veces me veo bastante agobiado y falto de material. Así que hace varias semanas les conté que una vez se despertó mi vocación científica y quise saber qué pasa con la orina si se conserva un tiempo. Añadiré que estamos ante uno de los motores de mi vida: la conservación y el aprovechamiento. Me da mucha pena desperdiciar cualquier cosa y me gustaría encontrar una utilidad hasta para el pelo que me corto. El caso es que hice pipí en un bote de cristal y lo cerré bien. Lo escondí al fondo del paragüero de la entrada.

El problema es que lo olvidé allí.

Un día, mucho tiempo después, de pura chamba, lo recordé a la hora de la siesta. Daba gracias al cielo porque habría tenido muy difícil explicar el experimento a mis padres de haber sido descubierto in fraganti. 

El resultado daba pena y asco. Cogí el frasco haciendo de tripas corazón y me escabullí por un boquete en la valla a la parcela de al lado, que estaba sin construir y era nuestro monte, y allí lo enterré, debajo de una casuarina.

Pasaron los años. Luego construyeron en aquella parcela y la casa, todavía más tarde, resultó ser la casa de la abuela de un amigo de Quique. 

Por eso del amigo y que es, por tanto, un secreto de familia, esta historia le encanta a Quique. Me la volvió a pedir, pero yo os la cuento por lo que sigue. Carmen se negó. Dijo que eso son cosas muy asquerosas propias de chicos. Luego, me miró apiadada y dijo: "Pero tú ya has crecido, papá, y has dejado de ser asqueroso".


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