domingo, 31 de diciembre de 2017

Pesadillas


El diminutivo de "pesadilla" le viene que ni pintada a las mías, porque son de lo más corrientito. Sueño con mis costumbres y mi vida ordinaria. Y eso, contra lo que podría parecer, resulta terrible.

Si soñase con monstruos o con guerras nucleares o que caigo simplemente de un décimo piso, bastaría despertarme para descartar la realidad de mi pesadilla. Pero sueño con cosas tan cercanas a mi realidad que me paso medio día tambaleándome de incertidumbre.

Hoy he soñado que había decidido dejar de escribir mis artículos en el periódico. Pensaba que mi triunvirato de directores (del Diario de Cádiz, del de Jerez y el jefe de opinión del Grupo) me iban a aceptar, aliviados, la dimisión. Que la estaban, en el fondo,deseando. Pero se pusieron furiosos, y me exigían el artículo para el día siguiente y yo, tan confiado en mi cese, no lo había hecho. Encima tenía que expulsar a dos alumnos del IES, que los que han hecho una trastada no pueden ir paseándose tres o cuatro días -que dura la burocracia multiplicada por mi lentitud- como si no hubiese pasado nada. Y esas dos cosas de mi día a día he pasado una noche malísima.

Y llevo todo el día sobresaltado, además, con el artículo hipotético que no escribí, con los alumnos inexistentes que no expulsé. La frontera entre mis pesadillas y mi realidad es muy prosaica, desde luego, pero muy fina.




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