jueves, 28 de septiembre de 2006

Punto en boca

Había tomado muchas notas muy juiciosas, pero después del nº 17 de los 23 poemas de Mario Míguez, no hay más que decir:
Ensucio todo hablando demasiado.
Cobarde charlatán, ruidoso hipócrita,
sólo de mis mentiras no me quejo.
Qué duro me es callarme por lograr
una palabra humilde y necesaria
tras de la cual yo quede imperceptible.
Debo callar, permanecer callado.
Aunque lo sé de siempre, no lo cumplo:
mi voz tengo que hacerla de silencio.

5 comentarios:

Jesús Sanz Rioja dijo...

Hombre, afortunadamente la palabra tiene retroalimentación. Dicen que es peor querer arreglarlo, pero tener una oportunidad de emitir un mea culpa ya compensa la metedura de remo.

(Qué pena no saber decirlo en verso)

Bukowski dijo...

Qué magnífico poema, qué ritmo, y qué claro -y preclaro- su sentido. Por otra parte, no deja de sonarme a Rilke, en el fondo. Estupenda forma de empezar la mañana.

Adaldrida dijo...

Estupendo poema, pero no nos condenes al silencio. E l silencio es bello cuando sirve de contrapunto.

Joaquín dijo...

Temo que los blogs no son el espacio más adecuado para iniciar una cura de silencio.

E. G-Máiquez dijo...

Tienes toda la razón, Joaquín, con tus temores; y sin embargo cómo no intentar esa palabra humilde y necesaria, que hay que hacer de silencio. La propuesta de Míguez no por imposible es menos atractiva.