domingo, 26 de noviembre de 2006

Volubles opiniones

Ayer por la mañana pensé que en la entrada de hoy me lamentaría de mi escaso futuro como crítico. Andrés Trapiello había dado a entender que leyó los miles de versos de Pere Gimferrer para llegar a la tremenda conclusión de que el verso desmemoriado es el mejor de los suyos (de P. G.). Yo soy incapaz de avanzar por un poemario malo o, para ser más posmoderno, por uno que subjetivamente no me gusta. Se me cae de las manos. Si hablé una vez del Manual de Infractores de J.M.C.B., fue porque medió el encargo de una revista y ya sabía Quevedo que poderoso caballero es etc. Pero si no empuja el vil elemento, releo a Dante. Y así no hay manera de construir una crítica sólida, avisada.

A media tarde, empecé a sospechar de Trapiello. ¿Se habría metido de verdad entre pecho y espalda los miles de fersos de Gimverrer? ¿O habrá afilado sus frases a medias entre la intuición y la hipérbole? A veces ("por qué no", me susurraba la esperanza) es posible conocer a un poeta leyendo sólo una parte de su obra, sobre todo cuando el poeta no es gran cosa.

Ya por la noche levanté los ojos al cielo, del que todavía caían algunas gotas escurridas, y, entre dos nubes, vi tres o cuatro estrellas. Y me oí susurrando lo de Juan Carlos Mestre:
Las estrellas para quien las trabaja
y supe que ése era el mejor verso de los cientos suyos. Aunque algún otro valioso tendrá el hombre y aunque yo no lo haya leído apenas, ése es su mejor verso, sin duda.

3 comentarios:

QRM dijo...

El enorme riesgo de ser poeta es que nada hay más deleznable que un verso malo. Por sí sólo, justificaría la pena de muerte (hipérbole).
Por eso el pudor poético es el mejor de los consejeros, y la vanidad del vate, una tentación que el diablo usa para perdernos. Mejor el silencio del cajón que el estruendo del infierno al que van los poetas malos.

Por cierto, graciosa confusión con el título del comentario: creí que te referías al gran Pedro Subijana: http://findesemana.libertaddigital.com/articulo.php/1276232635

Adaldrida dijo...

No hace falta leer mil versos para saber lo que te gusta o no. Yo con un simple recital de dÓrs quedé rendida de por vida, y con dos poemas de Gamoneda supe que no iba a seguir adelante...

Anónimo dijo...

"Por eso el pudor poético es el mejor de los consejeros".
Los seudónimos también ayudan, je.