jueves, 10 de septiembre de 2009

Quevedo vs. Dante

A los que repiten lo de la ferocidad de Dante ("la hiena que ríe entre las tumbas", dijo Nietzsche, aquel corderillo) hay que invitarles a que comparen la Commedia con Los sueños de Quevedo, y verán lo que es ferocidad verdadera. Yo entendí como en una revelación (no diré en qué circunstancias) el motivo de la diferencia. El florentino imagina el Más Allá y, luego, cuando le cuadra, coloca a algunos poetas de forma ilustrativa y llevado por su afición a la literatura. Quevedo, en cambio, lee a los malos poetas o estos le leen sus poemas, que es peor, y entonces él empieza a sentirse en un infierno. Para los que aman la poesía —y él la amaba— un poema malo es un auténtico suplicio. Por eso Quevedo se retuerce más: está más cerca, dentro. Lo suyo es una experiencia vivida. La titula Los sueños por disimular y por marcarse una voluta (o vuelta de tuerca) barroca.

Dante se encuentra con un poeta malo o regular en el Purgatorio, no en el Infierno. Y entonces uno piensa: “Vaya, ¿a ver qué pasa?” Pasa que Bonagiunta el de Luca, en el Canto XXIV, a pesar del dardo envenenado que enseguida le lanza Alighieri (“O anima che par sì vagga/ di parlar meco, fa sì ch’io t’intenda/ e te e me col tuo parlare appaga”, esto es, “Oh alma que pareces deseosa de hablar conmigo, hazlo de modo que se te entienda y que no sólo a ti sino también a mí tu hablar aproveche”), a pesar del dardazo, Bonnagiunta reconoce con admiración a Dante, y este, de premio, zas, le suelta otro: “I’mi son un, che quando/ Amor mi spira, noto e a quel modo/ ch’e’ditta dentro vo significando”, o sea, “Yo soy uno que cuando el amor me inspira, escribo y de este modo lo que dentro de mí se dice voy significando”. Entonces se hace la luz y Bonagiunta de Luca lo ve (“Ma di’ s’i’ veggio (v. 49), “O fratre, issa vegg’io” (v. 55), "Io veggio ben (v. 58) y “vede piú” (v. 62)) y tras reconocer la superioridad del Dolce Stil Nuovo de Dante y compañía, acaba callándose, con una humildad hermosa y muy feliz, descrita con evidente satisfacción por Dante: “E quasi contentato, si tacette”, "Y así, ya satisfecho, se calló". Un final perfecto, en definitiva; nada que ver con la torturada sintaxis del doliente Quevedo, que los sufría en vida.
[Me he precipitado a publicar esta entrada para evitar que luego parezca que me lo inspiró este evento, que ya veremos.]

3 comentarios:

Píramo dijo...

Quizás a Quevedo le encantase descubrir los malos versos de los malos poetas de su época para escribir sus mordaces sátiras. ¿Realmente crees que la mala poesía ajena era dolorosa para él? Siempre lo imaginé disfrutar dando respuesta con su genio a la mediocridad. Dante, en cambio, hace callar a Bonagiunta de Luca. Quizás se sintiese satisfecho, pero después, confirmada su superioridad, hecho garante de la poesía italiana, se aburriría en su pedestal...
Quizás sean neesarios los poetas malos para que el remanso que encontramos en los buenos sea, si cabe, aún más hermoso.

E. G-Máiquez dijo...

Querido Píramo; voy contra mi interés en confesarlo, pero yo no le veo ni pizca de gracia a la poesía mala. Quizá sea cuestión de gustos, pero para mí que desgasta las rimas y cubre de ridículo a todo el género. Lo que pasa es que no se puede prohibir porque es lo de la parábola: si cortamos la cizaña nos cargamos el trigo. Hay que hacer la selección en la cosecha.

Adaldrida dijo...

Gracias por tyraducirnos algunos versos de Dante: yo empecé a leer la Divina Comedia traducida por el conde de Cheste y casi ¡muero! Qué gran infierno, horreur...