lunes, 2 de noviembre de 2009

Vidas y venidas



Por muy vulgar y corriente que sea la existencia de cualquiera, desde el momento en que se pone a contarla se da de bruces con un problema de primera magnitud: la verosimilitud. Con desconcertante frecuencia, nos pasan cosas extraordinarias, literalmente increíbles. El escritor ya irá viendo cómo soluciona esa papeleta, pero la enseñanza fundamental, desde el principio, está clara: la vida es fantástica.

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Cosas tan íntimas que sólo pueden decirse en público.

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Escila y Caribdis: la autocomplacencia y la falsa humildad.

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Cuando me recriminan tanto impudor y transparencia, me sale una respuesta grandilocuente: “Hay más cosas entre mi pecho y mi espalda, Horacio, de las que caben en mi literatura”.

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Escritor autobiográfico: redundancia (que muchos ignoran).

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El escritor de ficción se escapa; el autobiográfico se persigue. Sólo los buenos de uno y otro signo se alcanzan.

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Para salvarse, el personaje aspira a persona, la persona a personaje. Cuando se cruzan por la calle, se saludan ceremoniosos e irónicos, pensando: “¿A dónde se creerá que va éste?”

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El escritor autobiográfico es un vividor. El tiempo, de negro, le escribe su obra, menos el final, que es lo más difícil, que se lo encarga a una afamada profesional, la muerte.

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El Juicio Universal será menos violento para el escritor autobiográfico.

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El lema del escritor confesional: “También la verdad se inventa”.


8 comentarios:

bladonau@telefonica.net dijo...

Muy atinados esos flechazos que al que más y al que menos lo dejan hecho, si no un Ecce Homo, un San Sebastián

Adaldrida dijo...

¡¡¡Pero qué bueno!!! Me encanta la primera y la del Juicio final, pero lo de "cosas tan íntimas que sólo pueden decirse en público" me parece el mejor subtítulo para un blog personal, ¿me lo regalas (citando fuente, of course?

E. G-Máiquez dijo...

Cosas tan íntimas que son de todos, Rocío, Llir entre cards. Te la regalo sin necesidad de que cites la fuente. Y muy agradecido.

Jesús Cotta Lobato dijo...

¡Qué acertados todos! A ver si tomo noto del de Escila y Caribdis. Sabía yo que el peligro estaba por ahí, pero no había identificado aún a esos dos monstruos tan feotes.

Luis Valdesueiro dijo...

Me parece que la verosimilitud se debe esperar de la novela, pero no de la vida -tantas veces rozando lo inverosímil..., lo increíble, pero cierto.

Juan Ignacio dijo...

Aunque me gusta la shakespeareana, me intriga la de las cosas íntimas que sólo se pueden decir en público, porque la entiendo aún sin poder explicarla.

Cuidando tu estética te pregunto: ¿Por qué hay tan poco espacio entre líneas?

avicena dijo...

Qué gran ramillete de citas. Qué entrada tan poco verosímil...

E. G-Máiquez dijo...

Muchas gracias a todos. JI, el poco espacio se debe a mi poca pericia informática. Escribí la entrada desde el ordenador de mi suegra... y no sé que pasó.