miércoles, 28 de diciembre de 2011

Etiquetas

Yo soy aquel que ayer no más decía que las etiquetas no importaban, aunque fuesen peyorativas o, peor, inexactas, sino que lo único importante es que nos identificasen y sirvieran para entendernos. Ponía como ejemplo eso de la derecha o lo de la poesía de la experiencia. Hoy me arrepiento amargamente. Lo de la derecha no es nada y toda poesía lo es de la experiencia. Con esas etiquetas se acaba haciendo un daño grande, en el primer caso porque se reduce una visión política a un mínimo común denominador y en el segundo porque transforma una esencia en una estética. A partir de ahora me pondré puntilloso con los nombres y los matices. Pido, pues, paciencia; y, para mí, perseverancia. 

4 comentarios:

José María JURADO dijo...

Querido Entique,

te felicito por el artículo, me parece muy brillante, especialmente en su desolador final.

Feliz Navidad.

enrique baltanás dijo...

Amén.

María dijo...

Ya contaba con alguna alusión a los inocentes en el artículo o aquí.
Te lo agradezco.
Confío en que veamos el día en que esa paz con minúsculas de paso a un debate sincero que demuestre qué es lo que se juegan los que impulsan esta macabra moda. Herodes no era tan raro: hay que ver esa película que desautorizaron para menores de 18 BLOODY MONEY y que destapaba este inmenso negocio.

gatoflauta dijo...

A mí, que sí creo que la diferencia entre derecha e izquierda tiene algún sentido, me complace la postura sana y tranquilamente escéptica que aquí manifiesta EGM.

Me complacería todavía más si hubiera aprendido a evitar simplificaciones como la contenida en su artículo "La alegría del progre" (recogido en "De ida y vuelta"), donde se da a entender que todos los "progres", sin excepción visible, "celebran", "encantados de haberse conocido", toda una serie de cosas que a las personas, digamos, normales ("lo lógico sería...") les parecen francamente mal. Simplificación del todo equivalente a la que yo mismo podría hacer sin trabajo a costa de los conservadores.

Sólo que yo no creo en ellas, en las simplificaciones, y estoy, por el contrario, convencido de que en uno y otro lado hay gente inteligente, sensible y valiosa, y que sólo con la colaboración de ambos, conservadores y progresistas, es posible sacar un país adelante.

Y, respecto a la inexistencia o no de la extrema derecha, yo he leído en uno de los blogs que EGM recomienda en el suyo cosas como que Franco ha sido el mejor gobernante habido en este país desde Felipe II. Quizá, a una postura como ésa, habría que llamarla entonces "de extremo centro".

Vistas así las cosas, efectivamente, no es que la extrema derecha "apenas exista"; es que debe ser tan imaginaria (o más, si más puede caber) como los "progres" que EGM pintaba en aquel artículo.