domingo, 3 de marzo de 2013

Las cuarenta amistades


Lo peligroso de escribir un libro titulado Las cuarenta amistades sería no vender cuarenta ejemplares. Pero a cambio podría hablar de las amistades literarias y de ese choque al atravesar la barrera del papel, cuando conoces a un escritor que has leído durante años en profundidad, y te encuentras con él por primera vez. A veces, el impacto es durísimo y uno no se repone; casi siempre, exige un período de adaptación, una como descompresión; y alguna vez, como ayer en Alcazarén, el efecto es deslumbrante desde el primer momento. Podría desgranar el anecdotario y las circunstancias, pero, con lo que protestó Jiménez Lozano de los diarios descriptivos, mejor lo dejamos. La epifanía fue descubrir hasta que punto la normalidad y, sobre todo, una inalterable felicidad interior, que le sale a los ojos en cada broma, son el eje de su personalidad. Todo --y hay mucho en ese todo: crítica social, política, literaria, lingüística, piedad, temores, compasiones, amores, historia, filosofía, proyectos de futuro, amigos comunes...--, todo,  gira alrededor de esa felicidad íntima. 

3 comentarios:

Anónimo dijo...

En estos días he pensado en el triple sentido que tiene la expresión “él es mi amigo”, pues puede indicar que él me cuenta entre sus amigos, o que yo lo tengo por tal, o que la relación es recíproca.
Jilguero.

domingovallejo dijo...

Una vez más entro tarde en esta casa. Yo también pasé el puente fuera.
¡Así que estuvistes en Alcazarén! Deduzco, por lo que cuentas, que JJL está perfectamente. Cuanto me alegro. Un abrazo Domingo

domingovallejo dijo...

Otra vez entro tarde en esta casa. Yo también estuve fuera este puente. ¡Así que has estado en Alcazarén!
Deduzco, por tus palabras, que JJL está bien. Cuanto me alegro por todo. Un abrazo Domingo.