domingo, 23 de junio de 2013

Vivo en conversación


Carmen sale a leer conmigo al jardín, con su sillita al lado de la mía. Me engañará la pasión paternal, pero para mí que lee inmejorablemente bien, aunque no sabe. No coge un libro, como es lógico, sino que, sentadita a mi lado, se pone a hablar en un murmullo leve. Lo hace desde dentro de los cuentos que conoce,  que es su literatura de ahora, y yo la oigo hablar de príncipes (sobre todo), de brujas, de lobos, de reinas, de enanitos; y hablar con ellos, y también con las flores. Los agapantos, que están floreciendo por fin, son interlocutores naturales suyos, hijitos o amiguitos. No interfiere, o no lo hace apenas, conmigo, que estoy en una conversación igual con los autores que leo y con los que éstos convocan y con los que yo siempre traigo conmigo, gentlemen and friends. A ratos, desde su mundo, mira al mío y me sonríe; y otros, yo miro al suyo, y me embobo.


3 comentarios:

Anónimo dijo...

Si ahora que no sabe ya lee y escribe a máquina, ¡qué hará cuándo sepa!

Bonita conversación.

E. G-Máiquez dijo...

Muchas gracias, Isabel. En algún diario, Trapiello recoge una frase de su hijo y se asombra de su talento. Luego añade: "se estropeará, como nos estropeamos todos". Y eso es vivir: luchar contra el estropeamiento general. A los hijos de Trapiello les va muy bien la lucha. Y a los de Ignacio. A ver a los míos.

Anónimo dijo...

No tengo hijos, sólo sobrinos, y hay que embobarse con ellos mientras se pueda.
Cierto que todos nos estropeamos, pero unos más que otros. Y no parecéis padres necesitados de supernanny.
Si el cimiento es bueno, se pueden inclinar, pero no caerán. Así que, hay que ponerse en lo mejor. Supongo que ese temor lo da el ser progenitor, porque lo observo en todos los padres que quieren educar bien a sus hijos. Gajes del oficio.