lunes, 15 de diciembre de 2014

D'Ors no me pasa una y tres o cuatro cosas más


Prudentemente ya había escrito mi artículo y hasta lo había mandado durante el postre, pero en el tren de vuelta de Madrid leí a Amorós que la fecha exacta de Platero era el 14 de diciembre y me entró el fervor. Escribí a la carrera esto y tuve que liarla parda para mandarlo por e-mail a la redacción. Se me coló ese "punto y final", Dios me perdone, y vosotros. 

Al día siguiente Miguel d'Ors me llamó la atención tempranísimo, y yo tuve que bajar la cabeza avergonzado porque el error era mío. Y estuve muy humillado y avergonzado (conmigo, eh, con d'Ors agradecido de que esté tan atento aún a mis cosas) hasta que se me ocurrió este jueguín de palabras: "D'Ors no me pasa una". Y ya me reía yo solo y se me pasó el disgusto. Así de consolador es el lenguaje. 

Estuve en Madrid para unas cosas y otras. Fue tan rápido todo que me salía por las curvas y dejé, a la altura de Neptuno, de tomar notas. Menos mal que Ángel sí hizo la tarea, Los adjetivos de nuestra reunión están —por si, como no estuvisteis allí, no os dais cuenta— magistralmente colocados. Y nos cuenta además una visita al museo que yo no pude hacer, pero que firmo con los ojos abiertos. 

Mi última nota es sobre la "hipálage del pájaro" o hipálage en espejo, se me ocurrió. Salió de entre mis pies por el Paseo del Prado un gorrión aterrador, aterrado y aterido, y los dos estábamos igual, con el frío (yo había ido a Madrid a la portuense, sin abrigo, ea) atontados y yo lo asusté a él y él a mí y los dos mutamente. Donde pongas el adjetivo "asustado" es una hipálage, una hipálage en abismo. 

Antes había visto un camión enorme de basura lleno de hojas secas. Tan delicadas esas hojas del otoño, tan leves, que parecía que iban a hacer el milagro de levantar por los aires al camión. 

Un poco antes, me crucé con uno que no llevaba ni jersey, muy jirocho, y me entró un poco de calorcito, por comparación. Duró veinte metros, cinco minutos, pero fue muy curioso.

Antes, en el tren le cambié mi asiento a una señora que quería ir con su hija y, gracias a eso, caí al lado de una peña de jóvenes ejecutivos cordobeses. Uno de sus compañeros, que era nuevo, había perdido el tren y los demás venían riéndose, imaginando su agobio. El otro lloraba excusas por whatsups que éstos leían en voz alta, mondados. Le escribían echándole hierro al asunto. El otro dejó de hablar un rato y una chica preguntó, con cierto temblor en la voz: "¿Se habrá suicidado?". 

Aún antes, en el suplemento de un periódico vi un dibujo de Goya de hermosísimo título: "Viejo columpiándose". Qué lástima haber visto el dibujo, inquietante y sucio. Habría preferido quedarme con el título nada más, columpiándome. 


3 comentarios:

Adaldrida dijo...

Geniaaaaal.

Ignacio Trujillo dijo...

Esas cosas pasan... recuerdo un "detrás mía" mío... y cuanto agradecí la corrección.
Qué bueno todo, y lo del camión que se eleva y el calorcito por comparación, etc.

Antonio Montes dijo...

Sí, el lenguaje es consolaD'Ors... o puede serlo. Como no he notado el «jueguín» de palabras, sugiero ése.

Impagable la intervención de la chica.

Saludos y gracias por esta pequeña entrada-río —una más.