jueves, 29 de octubre de 2015

La vida de los otros


A veces, cuando uno está gris, porque le han puesto negro o le ponen verde, viene un amigo y te alegra el día, contándote algo que tú no has visto, pero que disfrutas el doble porque lo ves a través de sus ojos. La vida de los otros puede ser lo mejor de la nuestra. Y el amigo no sólo te alegra la tarde, sino que al día siguiente te escribe el blogg:


Hoy, un parado de larga duración ha montado un escándalo en la biblioteca pública del Puerto porque se le ha caído internet de uno de los ordenadores de la sala. 
Ante las tímidas insinuaciones del bibliotecario de que quizás el ordenador se ha bloqueado porque el parado no sabía utilizarlo bien, éste ha pretextado varios cursos de formación y, más maravilloso aún, lo siguiente: "¡Oiga, que estaba mandando un email aquí, a Cádiz, no a Francia o a Japón!".


miércoles, 28 de octubre de 2015

Santa Cordelia


En el cole, para celebrar a Todos los Santos por todo lo alto, han pedido a los niños que hagan un trabajo sobre su santo titular. Carmen propuso, porque hay otra Carmen en su clase, hacerlo sobre Cordelia, su segundo nombre. Ha escrito su primer libro:


 
 

 



martes, 27 de octubre de 2015

Artículo que se autorrealiza


En la página web del Diario se han comido el último párrafo de mi artículo. Así que me dije: "Qué bien, así el artículo tiene su parte práctica". Pero tan bienhumorada reacción fue segunda y después de comprobar que en el papel (véase a la izquierda) estaba bien recogido.

Entonces me escamó, de golpe y de terceras, la generosidad de espacios de mi columna, y he corrido a contar los caracteres y, ay de mí, lo mande mal, cortísimo. O sea, que el artículo era de verdad práctico y reversible. En la redacción sufrieron anoche mis defectos de prójimo sin remedio.

Y eso que me pasé todo el rato, mientras lo escribía, lamentándome de las restricciones de espacio. Aprovechando el desaguisado y para que vuestra vista no tenga que sufrir con paciencia los defectos míos leyendo en la foto, que se lee mal, lo cuelgo aquí completo (y retocado). 


Sufrir con paciencia los defectos del prójimo


"Sufrir con paciencia los defectos del prójimo" es, estadísticamente, la obra de misericordia más popular. Y lo sabéis, pillines. Ninguna otra nos parece tan necesaria. En la misma línea, la cita más popular del Antiguo Testamento es “El número de los tontos es infinito”. Pero, cuidado, que de todas, es la más difícil en la práctica y en la teoría.

La primera dificultad estriba en desactivar enseguida el pensamiento de que esta obra de misericordia atañe principalmente a los demás, para que soporten con paciencia (mejor, con alegría; mejor, con agradecimiento) nuestros defectos. Aquí debe regir, sin embargo, una ley del embudo invertido. Nosotros soportamos los defectos del prójimo y tratamos de cumplir la parte no escrita de esta obra de la misericordia: evitarles los nuestros, que no lo conseguiremos.

No acaban ahí las dificultades. No se trata de fijarse con delectación en los defectos de los demás ni para aprovecharlos como medio de ejercitar una paciencia fotogénica y meritoria. Esta obra de misericordia es muy dinámica. Antes de ella hemos de cumplir con otra previa: dar consejo al que lo necesita, para tratar de que corrija, si quiere, sus defectos. Y también se mueve hacia delante: nos lanza hacia la última obra de misericordia espiritual, que es rezar por los vivos, para que pierdan ese defecto. En resumen, hemos de aspirar a no tener que practicar esta obra de misericordia porque ningún prójimo tenga fallos, como también lo ideal sería no tener que dar de comer a los hambrientos porque no los hubiese. Las obras de misericordia aspiran a autodestruirse.

Aunque será raro que ésta dejemos de practicarla nunca, y no porque siempre vayan a tener defectos los amigos, los conocidos e incluso los saludados, sino porque el verdadero peso suyo no está donde parece. No está en “sufrir”. Ni tampoco en los “defectos”, porque a menudo lo que nos mortifica del prójimo no son propiamente defectos, sino maneras o particularidades y, a veces, incluso virtudes, que así somos. El mérito, el peso y la clave de esta sinuosa obra de misericordia está, como era de esperar, en la “paciencia”. En la nuestra. Y ésa siempre es poca, y está al albur de nuestras desazones interiores, que traemos puestas de casa, y es, por tanto, una lucha interior.


Si viviésemos rodeados de gentes encantadoras, serviciales y muy bien dispuestas –como es básicamente mi caso–, todavía nos pondríamos nerviosos, porque lo somos. No parece que vayamos a poder prescindir pronto de este pacífico imperativo de la paciencia. (Y los demás, con respecto a nosotros, ya ni hablar.)

domingo, 25 de octubre de 2015

Embaucar al mismo diablo


Hoy, que tenía mucho interés en colgar mi artículo y enlazarlo incluso en Rayos y truenos, se ha caído la página de opinión del Diario. Parece una defensa de Trampolínk, donde lo cuelgo, qué remedio.

Y como en el artículo no me cupieron todas las citas demostrativas, las traigo, como tenía planeado, aquí:


[Soneto de Berowne] Aunque perjuro para conmigo / para contigo seré fiel. 
*  
[Lo de la unanimidad como método de exculpación.] Dumaine: El mal, sirviendo de ejemplo al mal, borraría de mi frente la tacha de perjuro, pues nadie es culpable cuando todos desatinan. 
* 
[Lo de exigir una ingeniosa justificación intelectual] 
El Rey: Entonces dejémonos de charla; y tú, querido Berowne, demuéstranos ahora que nuestro amor es legítimo y que no hemos quebrantado nuestra fe. 
Dumaine: Eso es; ve el modo de excusar nuestra falta. 
Longaville: ¡Oh! Alega algún argumento que nos permita proseguir; alguna ingeniosidad, algún subterfugio, con ayuda de los cuales podamos embaucar al mismo diablo. 
Dumaine: ¡Algún remedio al perjurio! 
* 
[Pero después de que Berowne ha desplegado todo su ingenio argumentativo, remata en un aparte:] El que siembra cizaña no coge trigo […] Las mujeres veleidosas pueden ser un azote para los hombres perjuros. Si eso sucede, nuestro cobre no adquirirá mejor tesoro.  
* 
Catalina: … millares de versos, atestiguando la fidelidad de su amor: enorme traducción de hipocresía, compilación servil, profunda necedad. 
* 
Princesa: Ni a Dios ni a mí nos gustan los hombres perjuros. 
[cuando el Rey le explica que es en virtud de ella que ha roto su juramento, replica la princesa:] No os equivoquéis acerca del sentido de la palabra virtud. Debierais haberla reemplazado por la de vicio, pues jamás la virtud ha tenido por norma quebrantar los juramentos de los hombres. 
[…] 
Tanto es mi odio a tener que reprocharme haber sido la causa de ruptura de un juramento prestado con sinceridad! 
[…] 
Nada de eso, señor. Juro que os equivocáis. [Ella sí puede jurar, recordando el juramento equivocado por aproximación irónica.] 
* 
Berowne: Cuando las estrellas vierten su maleficio sobre un perjuro, ¿qué rostro de bronce resistiría? Heme aquí, señora. Hazme víctima de tu numen. 
* 
Berowne: Hago aquí el juramento … de que en adelante mis cumplimientos serán formulados por un “sí” burdo o por un honesto “no” de andar por casa. […] Escribid sobre estos tres: “El Señor se apiade de nosotros” [inscripción que se ponía en las casas de apestados] Están infectados. A su corazón acude el mal. Tienen la peste. 
* 
Princesa: La [excusa] más bella es una confesión leal. 
* 
Princesa: ¡Silencio! ¡Silencio! ¡Deteneos! Habiendo violado ya un voto, no os arredrará ser perjuro. 
* 
Berowne: Para que nuestro perjurio sea más horrible todavía, hemos perjurado dos veces: la primera voluntariamente, la segunda por error. Bien empleado nos está. 
* 
El Rey: Berowne van a cubrirnos de vergüenza [los comediantes, justamente, que es lo que está haciendo Shakespeare]. No les dejéis acercarse. 
Berowne: Estamos a prueba de vergüenza, señor. 
* 
Armado: He visto el día del ultraje a través del agujero reducido de la discreción. [Ahora Adriano de Armado habla por nosotros, los espectadores. Y en inglés, más claro: For mine own part, I breathe free breath. I have seen the day of wrong through the little hole of discretion]
* 
La Princesa: Nos parece todavía muy breve el tiempo para pactar un contrato a perpetuidad. No, no, señor. Vuestra Gracia ha perjurado en demasía.

sábado, 24 de octubre de 2015

Ingeniosa ingenuidad


En un momento de su conferencia de ayer, me pareció que Javier Gomá iba a hacer una alabanza de la ingenuidad, que es, como es natural, un tema muy mío. Pero fue una falsa alarma y siguió con su tema. Me recordó que no había puesto aquí mi último artículo de Nuestro Tiempo.



(Vía)



viernes, 23 de octubre de 2015

La soledad del piropeador de fondo


Llevo con relativa paciencia que discutan o relativicen mis elogios gracias a mi mujer, que me tiene perfectamente entrenado. Un diálogo que nos cruzamos todos los días:
Yo: ¡Qué guapa eres! 
Ella: Yo no.
Pero ayer percibí una leve variación:
Yo: ¡Qué guapa eres! 
Ella: Ya no.
¡Ah! No quise montar un alboroto diciendo que acaba de reconocer que yo había tenido razón en 21 años de noviazgo y matrimonio de piropeador de fondo. Y que eso me hacía confiar en que dentro de otros veinte años me dé la razón que tengo también ahora. Que claro que la tengo.


jueves, 22 de octubre de 2015

Santa Cordelia



No digo más, sino que santa Cordelia ha bendecido mi día de hoy con unos resultados por fin más que pasables. Y san Juan Pablo Magno también.

Recuerdo juvenil


Hoy leo poemas en el IES Valle del Guadalete, de La Barca de la Florida. Como me lleva el CAL (Centro Andaluz de las Letras), habré de cumplir el requisito tan sabio de acabar el recital leyendo los versos de un maestro. He pensado hacerlo con las décimas que Juan Ignacio Varela Gilabert dedicó al Guadalete en su curso, desde el nacimiento a la desembocadura. Las he buscado por intenet y no aparecen, lo que demuestra la densidad del olvida que ha caído sobre el poeta. Pero maestro mío lo fue igual y esas décimas son preciosas y en cuanto las encuentre las traeré aquí.

A falta de pan, buenas son tortas, y contaré una anécdota. En mi tardo-adolescencia, paseando ya muy tarde, a la luz de una farola, le recité a una muchacha mis poemas. Y la dejaron indiferente, rozando la guasa. De pronto, tuve una iluminación (bajo la farola), y le recité las décimas de Juan Ignacio, que entonces me sabía de memoria, como si fuesen mías, para comprobar si el problema estaba en mis poemas o en su apreciación literaria. Le encantaron. Ella no entendió mi repentino cambio de humor y mis ganas de irme a casa, pero es que me había dado una lección y mi poesía tenía mucho camino —lo vi claro bajo la doble luz— que recorrer y yo mucho que trabajar mis versos.


martes, 20 de octubre de 2015

Cómo lo diría




...............Mirad, cayó la tarde
...............y se van pronunciando las estrellas.
....................Eloy Sánchez Rosillo, "Quién lo diría", pág. 148, Quién lo diría [Tusquets, Barcelona, 2015]. 


Hoy toca que mis hijos acaben sus trabajos.
Así que si pretendo leer los nuevos versos
de Eloy Sánchez Rosillo, 
he de traer su libro al mismo borde
de esta mesa caótica 
del comedor, donde se afanan ellos.
No se callan. No paran. No trabajan 
y tengo que reñirles, que ayudarles 
como me ayuda a mí 
esta poesía transparente y buena
que, compasiva, suple mi falta de atención. 
Así, ¿podría uno leer a ningún otro?
Me lleva de la mano como yo 
empujo las pequeñas de mis hijos 
que esparcen purpurina, 
que colorean y recortan. 
..........................................Luego, 
leo otro trozo, 
........................casi nunca tanto 
como un poema entero. 
.........................................Sin embargo, a empujones 
van avanzando ellos y avanzo yo también, 
a veces, envidiando 
la vida de poeta del poeta 
—silencio, paz, paseos indolentes 
bajo una luna cómplice 
o junto a un mar inmenso, atento, íntimo—. 
Aunque enseguida la emoción me llama 
y regreso —hijo pródigo— al agradecimiento 
con el solo dolor de haber leído mal, 
con prisas, distraído, enfadado, nervioso... 
Tendría que ir cerrando el libro ya,
pero lo abro otra vez, repasándolo, y veo 
que cayó purpurina entre sus páginas...
Fuegos artificiales, de golpe, me parecen.
O no. Muy quieta y silenciosa es
—la purpurina—
una noche estrellada.



lunes, 19 de octubre de 2015

Informe del paraíso


Me llamó la atención una insólita certeza mía. En el Cielo hablaré un inglés perfecto, good heavens!, me dije. Umm, pensé. Y un portugués pasable, y algo de latín. Pero no alemán. No me veo hablando alemán en el paraíso. Y entonces caí en las raíces de la certeza y me pareció muy bien: la gloria será la culminación de nuestros esfuerzos y afanes, pero no una imposición ex nihilo de nada. Por eso, aquí, hay que abrir el corazón, quererlo todo y a todos. Como se pueda. La perfección ya vendrá más tarde.


viernes, 16 de octubre de 2015

Retorno a Brideshead


A propósito del Sínodo de la Familia y porque toda ocasión es buena, en el próximo número de Misión hablaré de Retorno de Brideshead, donde siempre vuelvo. Mandé varias cubiertas a la redacción, como propuestas de ilustración. Claro que tenía mi preferida. 













jueves, 15 de octubre de 2015

El barbero en Langlois


De Conversaciones conJ. M. Ibáñez Langlois lo que más me iba encantando eran los chilenismos, tan sabrosos. Es un libro que sorprenderá y gustará mucho más a quien no sea del Opus Dei, precisamente, porque cuenta muchas cosas estupendas del espíritu, de la vocación y de la vida en familia que uno tiene ya sabidas. Pero luego, cuando habla de poesía y de crítica (a lo que se resiste como un gato panza arriba), creció mucho mi aprovechamiento.

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Para mi padre, que tenía casi la religión de la justicia (porque religioso no era), las exigencias eran dos: honestidad y buenas notas. 
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Entonces, con un mismo ir y venir de la mano abierta, nos pegó un sopapo (suave, casi simbólico y nos dijo: “Yo no los he puesto en un colegio bueno para que saquen esas notas. En adelante, los primeros del curso, ¿entendido?  
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[De los primeros del Opus Dei en Chile, españoles] Aunque yo no compartía esa fe cuando les conocí, su heroísmo de quijotes me pareció de todas maneras conmovedor.  
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Todo mi capital era una frase suelta de Léon Bloy: “Hay una sola gran tristeza en este mundo: no ser santo”.  
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Y sobre todo a José María Valverde, cuyas ideas sobre la Filosofía del arte inspiraros mi tesis doctoral.  
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Una vez fui a visitar a un anciano que se moría. Me contó su vida entera, sus andanzas por el norte y por el sur, sus distintos trabajos. Al lado estaba su pareja. Después de muchas explicaciones aceptó los sacramentos. Pero lo que más me impresionó fue algo que me dijo: “No crea usted, padrecito, que lo hemos pasado mal. A veces lo hemos pasado muy, muy bien. Por ejemplo, en una esquina de la población venía alguien a veces a vender sandías. Y cuando podíamos (por la plata), yo le decía a la patrona: ¿Vamos a comer sandías? Entonces íbamos y comíamos sandías. Para que vea lo bien que lo hemos pasado: nos comíamos unas buenas tajadas de sandías (sandillas decía)”.  
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Un profesor austríaco que enseñaba en Innsbruck, le definió así su pensamiento: “esqueleto tomista y carne existencialista”.  
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Yo tuve durante muchos años la obsesión de abordar el tema [sobre el Libro de la Pasión], en sucesivos intentos de narración y hasta de teatro, que resultaron fallidos. En cuanto a la poesía, me faltaba el lenguaje adecuado, que un día se me dio de un modo imprevisto: en un libro sobre el tema, una frase secundaria sobre la actitud de los soldados romanos me dio el tono, la nota de diapasón. Entonces supe de inmediato que ya tenía el tiembre de voz preciso. El primer poema escrito de esa manera, sin embargo, fue eliminado en una de las muchas purgas del texto, al escribirlo y reescribirlo durante cinco años. 
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El problema lo tengo con los semi o cuasi intelectuales, con la “culturalitis”.  
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La importancia capital de ese imponderable que se llama el gusto.  
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Tuve que hacerme cargo de esa objeción [su severidad de juicio como crítico, su falta de misericordia, siendo sacerdote] Dije que no había sido llamado a mi tribuna de El Mercurio para ejercitar obras de misericordia, sino más bien (como siempre que se trata de juzgar) obras de justicia.  
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… como se ve, respondo con un libro a la menor provocación.  
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[En una cena con políticos, todos pedían subvenciones, ayudas, canonjías…] Frei preguntó a Carlos León qué pensaba, y él dijo que no entendía mucho lo que pedían sus colegas, considerando las condiciones penosas de pobreza, enfermedad, cárcel, en que habían escrito Cervantes, Dostoievski, Spinoza sus grandes obras. Siguió un silencio sepulcral.