jueves, 9 de junio de 2016

Romanticismo irremediable


Aunque al principio se confunde con el amor, el romanticismo, a medio plazo, lo destroza. Quisiera ser muy antirromántico, pero termino atrapado por sus brazos. Leonor y su preocupación hipotecaria acaban emocionándome de un modo prerrafaelista. Y me pasa igual con sus reservas y desdenes. Me la llevo un fin de semana largo de viaje. Es lo que se llama "un planazo". Todas sus amigas ponen los ojos en blanco cuando se enteran de "nuestra escapada romántica" a Galicia. Pero ella está con una pena, penita, pena, porque se pierde la fiesta de fin de curso de los niños. Suspira por las esquinas. "Ay", me dice cada dos por tres. Yo disfrutaba del antirromanticismo radical de la escena, con su defensa implícita de la familia por encima de todo y sus raíces bien arraigadas al terruño, hasta que, de pronto, me he dado cuenta de que será, ay (digo yo esta vez) la apoteosis del romanticismo. 

Nada de escapada posmoderna: lo mío va a ser un rapto.




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