lunes, 25 de julio de 2016

Me desdigo


Ha querido la casualidad (y nada más que la casualidad) que este verano baje a la playa con dos lecturas íntimamente marcadas por la infidelidad matrimonial. Primero, la colección de relatos La vida tal cual es de Nelson Rodrigues, todos unidos por el hilo de la traición de pareja y los crímenes pasionales; y después los Cuentos completos de Evelyn Waugh, respirando siempre por la herida del fracaso de su primer matrimonio.

Al principio, me puse del lado de Rodrigues, porque cogía el toro por los cuernos (ejem) y no dejaba por eso de ver el encanto de la vida, su atractivo poderoso, su luz cenital. Me cité a Simone Weil o a Jiménez Lozano, ay mi memoria, cuando más o menos decía que es preferible reconocer que uno está triste o desolado que levantar un falso testimonio contra el mundo.

He ido cambiando de opinión, sin embargo. La herida de Waugh es profundísima y, aunque sacramentalmente anuló aquel primer matrimonio, su literatura quedó indisolublemente unida a él, quién sabe si su vida interior. Waugh puede ponerse al lado de Shakespeare como otro escritor que da vueltas sobre un centro secreto que es el vínculo. Sobre la insistencia de Shakespeare hay un ensayo por escribir, por cierto. Y otro, quizá, sobre Waugh.

En los cuentos, con toda su reticencia y humor ácido, deja claro que el fracaso matrimonial no solo entristece al protagonista sino que contamina al mundo. Comparado con tanta amargura, la frivolidad pasional de Nelson Rodrigues se queda en un ajetreo muy colorista y, ay de mí, muy entretenido.

1 comentario:

Carmelo dijo...

Si el matrimonio (o la pareja, dicho a lo moderno) es la célula social básica ¿cómo su rúptura no habría de contaminar a la sociedad? Es uno de los príncipales cánceres de la sociedad contemporánea, sólo hay que mirar a nuestro alrededor, en el que la banalización de las relaciones nos ha llevado a ese desastre egoista en el que estamos y que, queramos o no, nos contamina.