jueves, 20 de julio de 2017

Efecto brócoli


Prometo que voy a dejar de hablar de mis niños una temporada. Esto se me está yendo de las manos (hasta el periódico), pero una cosa más. Anoche, había brócoli en la cena, y Quique no es fanático. La regla, bastante socialdemócrata en casa, es que hay que probar una mínima porción de todo. Hace dos noches tuvimos una tragedia griega por una judía verde con gritos, castigo en su cuarto, petición de perdón por su parte y vuelta a empezar con la judía verde a las once y media de la noche. Ahora que lo pienso, no fue tragedia porque un deus ex machina lo salvó todo en el último segundo. Ayer, parecía que íbamos a tener reposición, pero, tras unos titubeos naturales, Quique se lanzó y cumplió con su brócoli. Hasta ahí nada especial, pero entonces le dio una alegría tremenda, casi un pavo, y se reía por todo, y hasta cantaba en la mesa (que tampoco es) y hablaba sin parar. Podría haber pensado que el brócoli tenía efectos euforizantes. Pero me acordé de la pistola de Chesterton y de cómo, si te apunta a la cabeza un momento, te cura de todo pesimismo. Quique había tenido el brócoli apuntándole y lo había tomado y no había pasado nada y se había vencido y todos estábamos muy orgullosos de él. Lo vi tan radiante que hasta sospeché que le había encantado. Le ofrecí más.  Dijo no, riéndose de mi ocurrencia, qué disparate, tú.

4 comentarios:

maria dijo...

No, x favor, las anécdotas con sus hijos son magníficas, al igual que sus artículos

José María dijo...

Es máxima mortificación en Cuaresma de los niños de primaria comer brócoli en el colegio .

Gonzalo GY dijo...

¡¡No te dejaremos que nos dejes sin historias de tus hijos!!

Esta me suena mucho, aunque en casa no suela terminar así de bien. Y también debo reconocer que tengo poco peso moral en el asunto porque es herencia mía, como mi santa recuerda cada vez que surge (o no surja) la ocasión.

Ignacio Lete dijo...

Por favor, Enrique, no dejes de hablarnos de tus hijos!

Aparte de nuestro interés de lectores amigos, está el hecho de que la infancia vuela y el día de mañana te encantará releer lo ahora escrito.

Quizá, además, el hecho de escribir sobre ellos, afila tu capacidad de tierna observación de ellos.

Un fuerte abrazo

Ignacio Lete